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Un clamor ciudadano en el desierto

Cual Juan El Bautista, se escucha en México un hartazgo generalizado en forma de clamor ciudadano, por el robo descarado a nuestra paz, tranquilidad, finanzas y futuro, por parte de una plutocracia que sin importar, partido ni color, ha pasado sobre el derecho ajeno sin la más mínima muestra de arrepentimiento y empatía. México, un desierto para muchos, entendido como falta de oportunidades reales para desarrollar nuestro máximo potencial como personas y profesionales. Cuánto cuesta caminar bajo el sol, entre las dunas de la corrupción y falta de transparencia, en todos los niveles de la burocracia. Me ha tocado estamparme de frente con el cactus de la injusticia, en donde debería existir más, o al menos así se promueve institucionalmente.

Fe para avanzar, fuerzas para no caer, en esa vorágine que sin piedad devora a quien se deja, y a quien no se deja, se lo mandan a “suicidar”. ¿En dónde quedaron los valores, a dónde se fue la humanidad? Con cada gol que nuestra selección mete, se levanta nuestra dignidad nacional e internacional ¿Cuándo le meteremos un gol a la impunidad? Somos muchos Juanes y Juanas, y no por apellidarme casi así, Villajuana, tomo como estandarte el decir la verdad, y el clamar junto con otros, en ese desierto que esperamos ver transformar. La metamorfosis, “De oruga a mariposa”, con nosotros mismos debe iniciar, pero nuestras instituciones deben estar a la par, para que sea verdaderamente un “ganar ganar”. De músicos, poetas y locos, todos tenemos un poco, pero la locura colectiva que se genera cuando la gente se harta de que siendo un país hermoso, que lo tiene todo, sean pocos los que lo gocen, a costa de los demás, es no sólo crónica sino aguda. Yo quiero un país que le meta goles a lo que está mal, que resista el embate con carácter y se plante con dignidad en la portería ante las patadas a diestra y siniestra de nuestro vecino del norte, que haga alianzas con otros jugadores de clase mundial, que tenga las agallas para dar la sorpresa y superar expectativas cuando muchos creían la “causa perdida”. Creo en Dios, en los valores como plataforma de transformación social, creo en mi país, creo en mi gente.

Aunque no cierro los ojos a una dolorosa realidad que nos aqueja, a la maldad, violencia, y pésimos ejemplos para nuestros niños y jóvenes que vienen desde “arriba”, pero también, desde el principal núcleo de la sociedad: la familia. Siento a México en cada vena vial, en cada arteria llamada calle, en cada célula en forma de casa, en todo rostro con esperanza aún. Sin importar partido, color, sabor o sinsabor, hay muchos que sí quieren hacer el bien y hacerlo bien, pero hay otros tantos, que ya están acostumbrados a la grilla, a lo que no funciona para la mayoría, pero sí para ellos. Yo no creo en partidos, creo en personas, y con cautela. Creo en los frutos de vida que con las acciones demuestran, aunque con sus palabras disfracen. Prefiero la autenticidad de una sonrisa amiga, a la hipocresía de una mano enemiga, la cual, sin embargo, estrecharé, pues si Jesús cenó con Judas sin perder la paz ¿qué no deberemos hacer nosotros, si somos en verdad discípulos? Devolver bien por mal, es la tarea.

El reto, la misión. Optar por la paz como primera instancia, será siempre la reacción, pero ante lo que está mal, la denuncia es no sólo válida, sino necesaria. Las redes sociales son hoy en día, el quinto poder. Mis humildes escritos han retumbado en las conciencias de muchos, dándome mayor importancia y poder, del que en realidad tengo, y lo agradezco. Si los hago temblar, y formo parte de sus pláticas, honor que me hacen. Ellos no forman parte de las mías. Por el contrario, muchos son también los que han aprendido a través de mis escritos, a orar en primer lugar, y posterior a ello, a expresar con valentía a sapiencia de que dicen la verdad, lo que viven cada día, con la finalidad de ser escuchados y crear nexos valiosos con quienes pasan algo similar. Y en este vaivén de similitudes y empatía, se genera un algo “más allá” que una simple red social, sino que el espacio se vuelve humano, el desierto comienza a llenarse de oasis, la soledad se mitiga cuando el río de agua viva comienza a recorrer los corazones y a transformar las mentes, pues es así, y solo así, como el cambio que tanto esperamos puede darse. Y tú ¿ya cambiaste, para exigir un cambio?

Psic. Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana

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