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Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento

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HOMILÍA

I DOMINGO DE ADVIENTO

Ciclo B

Is 63, 16-17. 19; 64, 2-7; 1 Cor 1, 3-9; Mc 13, 33-37.

 

 

“Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento” (Mc 13, 33).

 

In láak’ex ka t’aane’ex ich maaya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ yáax domingo ti’ u kili’ich k’iinilo’ob ti’ Adviento. U beejil Ku bisko’on Navidad. Lela’ k’iino’ob dsa’aban u ti’al yéesik pa’atik alab óol. Kin túuklik le winalo’oba ti’ pandemia dso’ok u dsáik to’on k- múuk u ti’al páatik alab óol. Ko’one’ex káasik yéetel ki’imak óolal le kili’ich k’íino’oba’.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor en este primer domingo del tiempo litúrgico del Adviento, camino de preparación para la Navidad.

 

¡Ah! Porque habrá Navidad. Recientemente se ha hecho famoso un padre de Pamplona, España, por un texto que escribió, y que le mereció una llamada telefónica del Papa Francisco el pasado 7 de noviembre. Recordemos lo que dice el texto del P. Javier Leos Ventura, párroco de san Lorenzo que conmovió al Papa y a miles, quizá millones de personas en el mundo.

 

Dice el texto:

¿QUE NO HABRÁ NAVIDAD? ¡Claro que sí! Más silenciosa y con más profundidad. Más parecida a la primera en la que Jesús nació en soledad. Sin muchas luces en la tierra, pero con la de la estrella de Belén destellando rutas de vida en su inmensidad. Sin cortejos reales colosales, pero con la humildad de sentirnos, pastores y zagales buscando la Verdad. Sin grandes mesas y con amargas ausencias, pero con la presencia de un Dios que todo lo llenará.

¿QUE NO HABRÁ NAVIDAD? ¡Claro que sí! Sin las calles a rebosar, pero con el corazón enardecido, por el que está por llegar. Sin ruidos ni verbenas, reclamos ni estampidas… pero viviendo el Misterio sin miedo al ‘covid-herodes’ que pretende quitarnos hasta el sueño de esperar. Habrá Navidad porque DIOS está de nuestro lado y comparte, como Cristo lo hizo en un pesebre, nuestra pobreza, prueba, llanto, angustia y orfandad. Habrá Navidad porque necesitamos una luz divina en medio de tanta oscuridad. Covid19 nunca podrá llegar al corazón ni al alma de los que en el cielo ponen su esperanza y su alto ideal. ¡HABRÁ NAVIDAD! ¡CANTAREMOS VILLANCICOS! ¡DIOS NACERÁ Y NOS TRAERÁ LIBERTAD!”.

 

Esa fiesta es la que esperamos a partir de hoy, porque el Adviento es un tiempo de esperanza, con una liturgia que nos recuerda todos los siglos que Israel espero la llegada del Mesías, nos recuerda los nueve meses que María esperó a su Hijo divino, así como los veintiún siglos que llevamos esperando la segunda venida de Cristo, que llegará para juzgar a los vivos y a los muertos. Nuestra esperanza no está puesta en las cosas efímeras, como el dinero, el placer o la fama, y ni siquiera en el don precioso de la salud.

 

Claro que nuestra fe en el poder de Dios nos hace confiar en que, si Él lo permite, podremos recuperar la salud, podremos recuperar el trabajo y podremos recuperar la unidad familiar. Si Dios lo permite, y si nosotros colaboramos. Sin embargo, nuestra esperanza está más allá de esos éxitos o fracasos.

 

Claro que, si Dios lo permite, podemos lograr, con la colaboración de todos, la unidad mundial, pues somos “Fratelli tutti”, como ha dicho el Papa en su reciente Encíclica, “Hermanos Todos”. Podremos lograr, si Dios lo permite, y todos colaboramos, la salvación de nuestra “Casa Común”, poniendo en práctica las enseñanzas del Papa Francisco en su anterior Encíclica “Laudato Si’”. Claro que podremos lograr la justicia y la paz, si Dios lo permite, y si todos reconocemos y respetamos la dignidad de cada ser humano, como nos recuerda el Papa a cada momento.

 

Todas esas enseñanzas del Papa, las cuales tristemente algunos critican dentro de la Iglesia, no son más que evangelio puro, enseñanzas de Cristo aplicadas a las realidades actuales. Igualmente, nuestra esperanza está más allá de estos éxitos o fracasos. Nuestra esperanza cristiana, que está puesta en las realidades del cielo, nos hace trabajar para alcanzar todas estas esperanzas positivas mientras decimos: “Venga a nosotros tu reino”.

 

Los signos litúrgicos de este tiempo del Adviento son, en primer lugar, las lecturas de la Palabra de Dios, que tienen una temática apocalíptica, la cual nos quiere mover a la esperanza, y a estar siempre preparados para la segunda venida del Señor; después, el color morado de las vestiduras litúrgicas; luego tenemos la omisión del canto del “Gloria” durante estos cuatro domingos de Adviento; además, todas las oraciones, los prefacios y los cantos de las eucaristías que nos mantendrán en esta temática de la esperanza. Y claro, la corona de Adviento es un signo muy peculiar y oportuno, que se usa en los hogares y en los templos para acompañar este camino.

 

La primera lectura del día de hoy, tomada del Libro del profeta Isaías, nos presenta el asombro del profeta, que representa el asombro de tanta gente buena a través de los tiempos, al considerar toda la paciencia que Dios ha tenido con su pueblo, permitiéndole su alejamiento del cumplimiento de sus mandatos. No lo dice exactamente con estas palabras, pero se trata de una admiración del amor de Dios que se permite ser ofendido a tal grado, porque, si Dios no lo permitiera, nosotros ni siquiera existiríamos.

 

El texto lanza un grito desgarrador que se escuchó durante siglos con el aliento de la llegada del Mesías, y lo seguimos escuchando hasta hoy, esperando su segunda venida, desgarrador, pero a la vez precioso, porque resume perfectamente los deseos y esperanzas de tanta gente buena, tanta gente fiel. El grito es este: “Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia” (Is 63, 19).

 

La Primera Carta de san Pablo a los Corintios, describe a sus destinatarios, los cuales son: “Los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento” (1 Cor 1, 7-8). Así es que nosotros debemos incluirnos en este grupo al que saluda san Pablo, pues nuestra vida debe ser una espera de esa manifestación, de ese advenimiento, pero esa espera nos urge a mantenernos sin reproche ante Dios.

 

Jesús en el evangelio de san Mateo, pone una parábola sobre un hombre que se va de viaje y sus sirvientes deben estar atentos a su regreso que puede ocurrir cuando menos lo esperen. De hecho, él es ese hombre que “se ha ido de viaje” el día de su ascensión a los cielos y que estamos esperando sin saber cuándo regresará. Por eso todos estamos llamados a tomar muy en serio sus advertencias cuando dice: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento… lo digo para todos: permanezcan alerta” (Mc 13, 33. 37)

 

Ojalá que todos obtengamos mucho fruto de este Adviento que hoy comenzamos.

 

Que tengan todos una muy feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

 

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán

 

 

 

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