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Yo soy el pan de la vida

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01 de agosto de 2021

HOMILÍA

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo B

Ex 16, 2-4. 12-15; Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35.

“Yo soy el pan de la vida” (Jn 6, 35).

                In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maaya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ Jesús ku yéesikuba’ je’e bix le kuxan Waaj, le ken u k’ubikba u wínklilil te’ k’atab cheo’, ya’ax tu k’uba’ te’ Kili’ich Waajo’. Yabach máako’ob ma’ tu náato’ob mix tu bey kuntiko’ob u T’aan Jesús, bejla’ xané yaab máako’ob ma’ tu ka’anko’ob yeetel ma’tu náato’ob le’ Kili’ich Waaj Eucaristía. Le máax ku oksaj óoltik ku tipskuba’ u k’amik yéetel ku líiskuba’ ma’alo’ob u puktsikal.

 

 

                Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este domingo 18º del Tiempo Ordinario.

 

                El viernes pasado conmemoramos el Día Mundial de la Trata de Personas, la cual es un verdadero cáncer en nuestra humanidad actual. Es increíble que haya gente tan inhumana que se dedique a enriquecerse a base del tráfico de personas, que genera tantas ganancias en el mundo, como también lo hace el tráfico de droga. La Red CLAMOR ha encabezado en nuestra Iglesia de Latinoamérica una campaña que lleva por título: “No Se Trata de Mercancía, se Trata de Personas”.

 

                En la Iglesia hay varias redes, sobre todo de religiosas al servicio de estas víctimas. Ellas, en su mayoría, son mujeres o incluso niños que son traficados para dedicarlos al trabajo esclavo, a la mendicidad y, sobre todo a la prostitución. El Papa Francisco ha dicho que la trata es verdaderamente “Una llaga en el cuerpo de Cristo”. Oremos y hagamos lo que esté a nuestro alcance para detener este crimen tan terrible y para dar la mano a las víctimas.

 

                Por otro lado, hoy termina el “Preseminario” de diecinueve muchachos, que han pasado el fin de semana en el Seminario Mayor de Yucatán, considerando la posibilidad de que Dios les llame a la vida sacerdotal. Oremos por ellos para que el Señor les haga oír su voz y sepan con claridad si Dios los está llamando a iniciar la experiencia de la formación sacerdotal.

 

                Pasando a las lecturas de hoy, ¿cómo te sentirías tú, si alguien te siguiera y buscara tu amistad, tratando sólo de obtener de ti un beneficio material o económico? Yo creo que con esa base es imposible que camine una verdadera amistad. Continuamos con el capítulo 6 del evangelio de san Juan, del cual el domingo pasado escuchamos cómo Jesús multiplicó cinco panes y dos peces para dar de comer a una multitud, para luego tener que huir de la gente, que al darse cuenta del milagro pretendía llevárselo para hacerlo rey. Ahora continúa el pasaje en el momento en que Jesús se reencuentra con aquella multitud y les reprocha que lo anden buscando por haber comido hasta saciarse.

 

                Jesús los invita a que trabajen por el alimento que les dará la vida eterna y que él mismo ofrece, con la autoridad de su Padre. La obra de Dios que ellos tienen que realizar consiste en creer en Jesús; sin embargo, la gente en lugar de creerle, lo reta a que les haga alguna otra señal, que iguale o supere la obra de Moisés quien le dio al pueblo a comer el maná en el desierto.

 

                “Maná” es una palabra hebrea que expresa admiración ante algo y se traduce como “¡¿Qué es esto?!”, pues se admiraban del pan que bajaba del cielo. Jesús les aclara que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino su Padre es quien da el verdadero Pan bajado del cielo, un pan que da la vida al mundo. Nosotros, ¿creemos de verdad en Jesús?, ¿nos maravillamos de su pan?

               

                Es por eso que la primera lectura de hoy se toma del Libro del Éxodo, en donde se narra el milagro del maná, con el que Dios alimentó a Israel en el desierto. Ojalá que nosotros sigamos asombrándonos por el pan que recibimos en la Eucaristía. Si los hebreos en el desierto se sorprendieron por aquel pan misterioso que caía del cielo, que también nosotros nos sorprendamos ante cada celebración eucarística.

 

                Nosotros, en el desierto de este mundo, tenemos el Pan de la vida, para tener la fuerza de caminar, como la tuvo el profeta Elías en su camino al monte Horeb, a quien el Ángel del Señor le dijo: “Levántate y come, porque el camino es largo” (1 Re 19, 7). Si en el Salmo 77 que hoy proclamamos, oímos decir que: “Así el hombre comió pan de los Ángeles”, refiriéndonos al maná, ¡cómo no llamaremos “Pan de los Ángeles” al pan eucarístico que Jesús nos dejó como alimento en la última cena y que hoy podemos comer! Al mismo tiempo, no olvidemos a nuestros hermanos que tienen hambre del pan material y busquemos la manera de hacérselo llegar. Quien participa del pan eucarístico está llamado a promover y vivir la caridad y la justicia.

 

                Cuando la gente le pide a Jesús que les dé a comer de ese pan que da la vida eterna, él se presenta a sí mismo como el “Pan de la vida”, asegurando que quien vaya a él no tendrá hambre y quien crea en él no tendrá sed. Esta autopresentación de Jesús no es falta de humildad, sino un servicio a la verdad, que a nadie hace daño ni ofensa al escuchar, sino que se ofrece a sí mismo en favor de quien lo coma. La humildad no es negación ni ocultamiento de nuestras cualidades, pero sí es evitar la presunción de las mismas, pues como cristianos más bien hemos de poner nuestras cualidades al servicio de todos.

 

                Jesús es el pan de vida. Él es quien antes de dar su vida en la cruz, la entregó en el “Sacramento del Pan” para que nos acerquemos a recibirlo, purificados de pecado, con la intención de comprometernos a dar la vida por los demás y a defender la vida de todo ser humano.

 

                San Pablo en la segunda lectura de hoy, tomada de su Carta a los Efesios, exhorta a la comunidad cristiana a no “vivir como los paganos que proceden conforme a vanos criterios” (Ef 4, 17). Recibamos también nosotros esa exhortación, pues aunque casi la totalidad de la gente que nos rodea esté bautizada, lamentablemente son muchos los que viven como paganos, conduciéndose por vanos criterios que proceden de la moda del mundo y hacen todo lo que sienten y no lo que inspira el Santo Espíritu conforme al Evangelio. Dejemos que el Espíritu nos renueve la mente y revistámonos del “nuevo yo creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad” (Ef 4, 24).

 

                Este domingo nos toca hacer un proceso ciudadano histórico en México, con una consulta que tal vez muchos todavía no acaban de comprender. Creo que nos puede ayudar a entender el significado de esta votación, las palabras del Consejero del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, quien dice que será una consulta popular para definir si se emprende un proceso de esclarecimiento de decisiones políticas tomadas en el pasado: “Sobre lo que se va a tener que contestar, es esto, no otra cosa. Ojalá y en este ejercicio de difusión de este primer gran ejercicio de democracia directa a nivel federal que estamos llamados las y los ciudadanos mexicanos, no se genere confusión o expectativas distintas respecto de lo que se van a encontrar los ciudadanos cuando se encuentren con la papeleta en la mano. Lo redactó la Suprema Corte de Justicia, que es el órgano facultado para hacerla. Entiendo que lo que se nos está preguntando es si queremos o no que se esclarezcan decisiones políticas del pasado a cargo de actores políticos para que eventualmente se haga justicia, todo ello dentro del marco constitucional”.

 

                Oremos para que este ejercicio ciudadano se maneje con toda limpieza y claridad, y tenga suficiente participación para bien de todos los mexicanos. Dios bendiga a nuestro México.

 

                Que tengan todos un mes de agosto lleno de satisfacciones y bendiciones, y que tengan una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

 

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán