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A favor de la vida

Por: Deya Álvarez Villajuana.

Su nombre era María, y tuvo relaciones sexuales antes del matrimonio con el que consideraba que era el “amor de su vida”. Título que se esfumó cual palabras al viento, tras él enterarse de que un nuevo ser humano venía en camino, producto del destrampe hormonal y la ingenuidad de quien creyó en un fugaz “para siempre”. María era una joven que estudiaba la preparatoria, y sus ilusiones se hicieron trizas desde su inmadura perspectiva. Madurez, gran palabra, de pequeña importancia para quien no la posee. Ella, con tal de “no perder el amor”, como si éste pudiera atarse o extraviarse cual lapicero en oficina, colocó en manos de él, a quien llamaremos Cristóbal, por aquello de los viajes y cambios de parecer cual olas de altamar, la decisión de que el ser humano concebido nazca o sea cruelmente asesinado, por considerarlo legalmente un “no persona” aún… Pero la perspectiva de Dios es distinta. ¿Quién es el ser humano para creerse digno de decidir entre la vida y la muerte, de un ser indefenso que venir no pidió, pero Dios en su infinita sabiduría permitió su concepción? En el caso de María y Cristóbal, la concepción, no fue producto de una violación, y aún en este caso, hay millones de parejas esperando por adoptar, amar y educar a niños y niñas, si no que fue producto de la falaz creencia adolescente de tipo “a mí no me pasará”. Ningún método anticonceptivo es 100% efectivo, siendo el único infalible por excelencia: el esperarse hasta el altar. Si se juega con fuego, las quemaduras, no tardarán en llegar. Así se fueron quemando, poco a poco, las expectativas de María con respecto al navegante que muy pronto zarparía hacia otros mares. Y ella tenía miedo a perder lo que nunca tuvo: un hombre que en verdad la ame, y por ende, la respete y valore, demostrándolo con hechos y no sólo con palabras elegidas para obtener satisfacción inmediata de consecuencias eternas. Se encontraba en una disyuntiva. El niño o niña, pues los cromosomas correspondientes se unen desde el inicio, no se tenían la culpa, pero ¿qué iban a decir sus papás, la sociedad, el mundo entero?, además Cristóbal no parecía ser el ejemplo de madurez en persona, lavándose las manos cual Poncio Pilatos y optando por la salida “fácil”: abortar. Sí, su inmadurez condujo al asesinato. Palabras fuertes y contundentes, pero necesarias, ya que el egoísmo personal, no debe estar por encima de la voluntad de Dios. No se trata de moralismo ni vana religiosidad, sino de simple empatía hacia quien creado fue, sin intervención de mano humana, más que el hecho de ser portadores de una semilla, cuyo crecimiento es netamente divino, providencial. ¿Acaso no hay otras soluciones, más que erigirse por juez y dictar pena de muerte a quien no hizo más que lo natural, que es brotar tras ser concebido sin tener pena alguna que pagar? La mente inmadura fataliza al no entender la razón, que se esconde tras la cornisa de una valiosa concepción. Tan valiosa que mujeres y hombres por igual, anhelan cual preciada cosa en sus vidas: el llegar a ser papás. María, bella niña, ahora convertida en mujer. No te aflijas por el regalo tan maravilloso que llegó a tu ser. Si el hombre que su semilla depositó en tus adentros, huye cual cobarde de futuros encuentros, agradece a Dios que no vuelva a tus aposentos. Vales oro, y tu bebé también, cuídalo cual tesoro y hazle siempre bien. El menos culpable en todo esto es él, o ella, quien sabe, ellos tal vez. Decisiones en la vida, marcan un andar, que el tuyo sea conforme a tu conciencia y valores de verdad. El impulso juvenil te ganó, más Dios tu camino enderezó. Nunca es tarde para elegir a favor de la vida, incluso si piensas que para ti no hay salida. Esto es falso, pues oportunidades siempre hay, mi querida María, para ti escribo pues en tu caso, hay miles más. No te conozco, no me ha pasado, pero te llevo en el corazón, pues comprendo que a tu sueño dorado, lo empañó la desilusión. Sonreirás al elegir el camino de la vida, para ese ser que Dios mandó para ti querida niña. La niñez de corazón es la realmente importante, pues la edad cronológica, no es un factor determinante. Hay jóvenes maduros y adultos que no lo son tanto, pero también hay prematuros que sacan de sus padres el llanto. María eligió la vida y su rumbo cambió. Al permitir a Dios ser su guía, su corazón transformó… y una bella familia en el futuro, a su tiempo, conformó.

Por: Deya Álvarez Villajuana.

Psicóloga. Tel. 926-06-19 Cel. 9991-20-66-69

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