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Ataque entre colegas o sobre el Código Ético del Psicólogo en Yucatán

Psicóloga Deya Álvarez.

Ataque entre colegas o sobre el Código Ético del Psicólogo en Yucatán

Desde mi época de estudiante en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Yucatán, a la que ingresé como una joven ilusionada con una nueva faceta de aprendizaje en mi vida, me topé con una realidad muy lejana a la teoría del bienestar integral de la persona, pues desde la “novatada”, acciones de bullying o agresión psicológica se hicieron presentes, tanto de alumnos como de profesores.

Salvo honrosas excepciones, que marcaron la diferencia en una experiencia que podría describir como una de las peores en mi vida, pero a través de la cual, crecí mucho como ser humano y me fortalecí.

Decidí, como muchos quizá en mi lugar, generar una barrera (justa y necesaria), hacia todos esos ataques contra mi dignidad como persona, que incluían el “dar diagnósticos al aire” (cualquier interpretación fuera de sesión, es sinónimo de agresión), de mí y de muchos a los que nos tocó la suerte de ser señalados por gente sin ética ni empatía que debería dedicarse a otra profesión, pues la psicología debe construir no destruir, no ser aceptada en equipos pese a la calidad de mis trabajos, rumores, calumnias, y mucho más.

La barrera, que fue una elección sabia, ahora lo veo así, de salvaguardar mi vida emocional, fue enfocarme en lo académico, logrando concluir la licenciatura en menos tiempo y obteniendo el primer lugar nacional en el Examen General de Egreso EGEL-PSI, con especialidad en Clínica.

Pese a que dentro de mi facultad, se diluyó la teoría del psicólogo como agente real para el bienestar del ser humano, pues al menos yo no fui tratada como tal, y tampoco lo he sido por colegas que tras egresar continúan con difamaciones sin sustentoni objetivas, con pruebas como debe ser; en otros ambientes, todo era distinto.

Desde pequeña, he tenido facilidad para relacionarme con los demás, compartir vivencias, crear nexos profundos y generar equipos para lograr objetivos comunes. El problema quizá ha sido, la expectativa, válida y además comprensible, entre el “deber ser” y “el ser”, asunto que bien plantea el Código de Ética Profesional del Psicólogo en Yucatán.

Como persona, joven, mujer, cuento con vivencias únicas, algunas dolorosas y otras positivas, como cualquiera a saber, y también con derechos que nadie puede sobrepasarbajo ninguna circunstancia (el respeto al derecho ajeno, es la paz, diría el benemérito de las Américas), y menos haciendo un abuso del poder de su profesión, en especial de colegas que la usan para diagnosticar a otros colegas y manchar así su reputación siendo una competencia desleal, pudiendo dañar de por vida a una persona, a un profesional, a un ser humano, mismo que les debería importar teóricamente, más que su propia e infalible opinión: juiciosa-diagnóstica-etiquetante-encarcelante-denigrante, y por lo mismo, falsa y subjetiva, ya que el ser humano siempre es libre de decidir distinto, cambiar, mejorar, dejar el pasado atrás y renacer (yo encontré en Jesús como relación y no como religión, la forma de hacerlo, y millones de cristianos también).

Ante conductas anti-éticas de colegas que usan mal sus supuestos conocimientos en contra de otros colegas, no estamos desprotegidos, ni somos vulnerables aunque intenten vulnerarnos, siendo el conocimiento de la normatividad vigente en materia, un recurso no sólo útil sino necesario, para frenar de tajo todas aquellas conductas ilícitas en contra de la moral que puedan repercutir en daño psicológico o patrimonial de quien las recibe.

El Código Ético Profesional del Psicólogo en el Estado de Yucatán, expresa textualmente que todo profesional debe adherirse a cuatro principios, siendo uno de ellos, el:

a) Respeto a los derechos y a la dignidad de las personas.

Esto, incluye el no realizar interpretaciones ni juicios clínicos sobre otros colegas, y mucho menos, difundirlas de forma difamatoria, ya que si es de por sí un asunto delicado y que conlleva horas de trabajo profesional, el dar un “diagnóstico” a un ser humano, pudiendo dañarle de por vida si se difunde tal, pues la sociedad no está aún muy sensibilizada en materia, el hacerlo sin que esta sea cierta, o se cuente con evidencias científicas clínicas suficientes, pruebas realizadas, entrevistas, estudios integrales, y entendiendo empáticamente tras platicar a profundidad, su forma de responder a ciertas situaciones de estrés que todos podemos tener, constituiría un delito y un engaño de consecuencias devastadoras para la persona y para el profesional.

Pero, la ley nos protege, y el Código Ético del Psicólogo, continúa expresando textual en su Artículo 2, del Capítulo Segundo, correspondiente a los deberes del profesionista:
“… y tomará las medidas razonables para asegurar la calidad de su trabajo y proteger de daño a pacientes, clientes, organizaciones, comunidades, estudiantes, participantes en investigaciones y otros”.

El concepto de protección de daño a otros, implica, a todo ser humano, y el ataque entre colegas, es sin duda un daño, algo que lacera no sólo a la persona, sino a la profesión, y a menos que se incurra en un delito comprobable y con sustento sólido por parte del señalado, el exponer a un colega, mintiendo sobre él por motivos de perpetuación de prejuicios, competencia desleal, envidia o sadismo puro, cae dentro de este rubro y debe ser penalizado.

Así mismo, en el Artículo 7, del mismo Capítulo, se señala que:
“El psicólogo debe respetar en todo momento los derechos humanos de su cliente, colegas y sociedad en general”.
Al difamar, creando brechas negativas en la reputación de otro colega, endilgándole juicios clínicos sin validez ni sustento científico sólido, que le perjudiquen social y económicamente, se estarían violando los derechos humanos fundamentales de la persona y profesional. Sólo por mencionar algunos artículos, de acorde a la declaración universal de los derechos humanos, dichas violaciones se verían reflejadas en:
Artículo 1.

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 11.

(1) Toda persona acusada de delito (o juicio clínico), tiene derecho a que se presuma su inocencia (o salud), mientras no se pruebe su culpabilidad (o enfermedad), conforme a la ley (con sustento científico sólido) y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa (no a espaldas, no difamando).

Artículo 12.

Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

Artículo 18.

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

Artículo 19.

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Artículo 29.

(1) Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.

(2) En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.

(3) Estos derechos y libertades no podrán, en ningún caso, ser ejercidos en oposición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas

Debido a lo anterior, y a que he visto en múltiples ocasiones cómo la teoría sobre el “deber ser” del psicólogo, es opuesta al “ser real”, tendí en el pasado a renegar de la profesión, pero acepto haber estado equivocada, pues la Psicología como ciencia, es útil, ayuda, y bien llevada puede tener un impacto muy positivo en la persona y la comunidad.

La Psicología, nada tiene que ver con los malos psicólogos, y colegas sin ética.

La Psicología se cuece aparte, y hay grandes representantes, que con su buen ejemplo en lo pequeño, han hecho la diferencia. Con estas pequeñas acciones, elijo quedarme, con lo bueno. Perdono, bendigo y decido aprender de lo “negativo”, transformándolo con la ayuda de Dios, en positivo.

Como comentario final, y debido a que es información ya transmitida y difundida por, precisamente colegas sin ética, y ante ello, decidí hacerlo público también, con valentía y sin temores irracionales: sí, mi padre biológico, tiene el diagnóstico de “trastorno bipolar”, mismo que combinó con alcoholismo y los resultados no fueron los idóneos.

Mi madre y yo, encontramos en Dios, ese refugio, paz, bienestar, que estábamos buscando, y creemos con fe, que mi padre cambiará, pese a su diagnóstico. Nuestra fe, es superior al diagnóstico humano, y elegimos continuar creyendo. Yo, como hija única de ambos, tuve por herencia, la posibilidad de presentar algo similar, pero por la gracia de Dios, no se dio. La salud mental podría resumirla en saber disfrutar de la vida sin dañar a otros, dar buenos frutos, y hacer el bien sin mirar a quien.

Las características anteriores, las cumplo, y pese a las experiencias negativas, elegí perdonar y bendecir, pero también, aprendí a poner límites sanos ante cualquier tipo de violencia, ya que el derecho de otros, concluye donde empieza el nuestro.

Elegí también, estudiar una segunda carrera, y en ello estoy en este 2017, año en que ingresé a la Facultad de Derecho de la UNAM, para formarme como abogada, ya que la aplicación de los principios, valores y virtudes, combinada con un desarrollo personal integral, pero sobre todo, el conocer y aceptar a Jesús en el corazón, no como una religión particular, sino como una relación cotidiana y la más importante, es la solución que veo ante toda la serie de problemas sociales que se dan actualmente, no sólo en México sino en el mundo.