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Hablemos claro, ¿Qué pasó en el debate?

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El palacio de minería sería el recinto donde los cinco candidatos se reunirían para convencer a los votantes; criticar a sus adversarios; debatir sus propuestas, aclararlas si era preciso; todo para subir en la preferencia del electorado, aunque esta preocupación solamente la tenían cuatro candidatos, Meade, Zavala, Anaya y el Bronco. Por otro lado, Andrés Manuel iba para defender los veinte puntos de ventaja que lo separan de su competidor más cercano, Ricardo Anaya.

El debate se resume a una frase: “Todos se fueron contra AMLO”. Por una parte, se entiende que la estrategia de Anaya se haya enfocado directamente a criticar a Andrés Manuel, por tres razones. La primera, para exhibir sus “mentiras y contradicciones”; segunda, marcar la diferencia entre ambos proyectos de nación; tercera, como intento de aumentar su preferencia en el electorado, y así, acercarse al puntero.

Pero no se entiende que Meade, Zavala y el Bronco, se hayan desgastado tanto en atacar a López Obrador. En primera, porque están muy lejos de alcanzarlo; segunda, porque sus estrategias debieron enfocarse en criticar, o, en su caso, a descalificar a sus competidores más cercanos. Siguiendo esta fórmula pudiéramos haber visto un debate mucho más dinámico, y poder identificar el proyecto que cada candidato tiene, pero no fue así.

Esta obsesión de querer atacar al puntero para desprestigiarlo terminó beneficiando al mismo Andrés Manuel, ya que fortaleció su voto duro pues, a los ojos de los Amlovers, el candidato mesiánico fue atacado por la mafia del poder, el PRIANRD, por el más mínimo detalle ya que éstos no tienen argumentos reales aunado al miedo que sienten por perder el poder. (Esto dicho en los comentarios de la transmisión en vivo del debate por youtube, y en parte… tienen razón)

Ricardo Anaya usó muchas falacias para criticar a AMLO. Por ejemplo, dijo que el índice delictivo aumentó cuando Andrés fue jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, cuando en realidad no fue así, de hecho, disminuyó.

Pero bueno, ya que nos estamos refiriendo a Andrés Manuel, pues hablemos de su desempeño en el debate. Honestamente, la pasó muy mal ya que lo pusieron en aprietos en muchas ocasiones; Iniciando con la amnistía que propone. Anaya le cuestionó si esa amnistía significaba perdón a los delincuentes, una pregunta que se respondía con un sencillo “sí o no”, y no la supo responder.

La respuesta era “no”, y ha sido explicada en un sinnúmero de ocasiones por Antonio Attolini y Tatiana Clouthier, integrantes de la coalición Juntos haremos historia.

Luego recibió dos golpes de Meade, cuando éste le dijo que usaba MORENA como partido familiar para aprovechar los recursos que se le daban; y cuando le dijo que más que usar la escoba, lo que le gustaba usar era un recogedor. Haciendo referencia a que recoge políticos que se salen de sus partidos.

Luego el Bronco lo acusó de ser marrullero; y le hizo la pregunta de si era honesto, honesto… honesto, honesto; luego le entregó una hoja para que le devolviera al INE una parte o todas las prerrogativas que se le asignó, AMLO respondió con un tajante, “no”.

El principal conflicto fue que todas las preguntas, acusaciones, señalamientos que le hicieron al candidato de Morena tenían respuesta, pero prefirió callarse. Este intento de nadar de muertito, no caer en provocaciones ni perder un solo punto de ventaja, terminó resultando en la clara demostración de un candidato que brilló por la ausencia de sus respuestas, que no se preocupó por prepararse.

Finalmente, terminó yéndose demostrando su clara incomodidad. Lo único que logró su estrategia, si es que la tuvo, fue exhibirlo más de lo que pudieron haberlo hecho sus propios contrincantes.

Margarita Zavala. Finalmente respondió la pregunta que se le había hecho durante todo el tiempo, la respuesta no fue explicita, sino implícita en sus propuestas. Sí, va a gobernar como lo hizo Felipe Calderón, usando toda la fuerza del Estado para detener a los criminales.

¿Qué más decir de ella? Realmente se vio acartonada, robótica, cantinfleó en muchas ocasiones. Demostró que lo suyo, lo suyo no era la oratoria. Intentó atacar a Ricardo Anaya, no lo logró, es más, ni lo rasguñó. En un futuro cuando recordemos este debate presidencial, es probable que no recordemos a Margarita Zavala, al igual que hoy no recordamos a Muñoz Ledo ni a Rincón Gallardo del debate presidencial del año 2000. Aunque quizá estoy exagerando.

El Bronco. Realmente me sorprendió, no sé si para bien o para mal, pero lo hizo. Con propuestas tan originales como por ejemplo mocharle la mano a los servidores públicos que roben, en un principio pensé que hablaba metafóricamente, pero no era así. Nos dimos cuenta que votar por el Bronco, sería regresar a la etapa medieval.

(Honestamente, y perdonen que pierda un poco la seriedad, pero fue muy graciosa la cara de incredulidad de Azucena Uresti al escuchar esa propuesta, tanto así que le preguntó si hablaba literal, cuando el Bronco reafirmó, Azucena guardó unos segundos de silencio tratando de procesar la información. También resultó simpática su reacción cuando AMLO dijo que le había ofrecido el avión a Trump.)

José Antonio Meade. Desde el momento en que escuché “Soy José Antonio Meade”, supe que iba a ver al clásico político, ese del cual ya estamos hartos, y no me equivoqué. Meade, es cierto, tuvo muchas propuestas, pero en ese intento de separarse de los demás anteponiendo su experiencia, terminó siendo muy técnico, pragmático, un hombre sin carisma.

Eso sí, hay que reconocerle que hizo el mejor chiste del debate, superando las intervenciones del Bronco, cuando empezó a decir que Andrés Manuel siempre se oponía a todo, y que en estos últimos veinte años si aquel se hubiera desmayado en lugar de volver en sí, hubiera vuelto en no.

Meade intentó atacar a Anaya, y cuando lo hizo le salió el tiro por la culata, tanto así que se quedó calladito. A mi parecer, esta era la penúltima oportunidad para que el candidato del PRI pudiera subir en las preferencias, no lo logró y quizá, nunca lo logrará. Su principal problema es que intenta deslindarse de todos los errores de su partido y la corrupción de sus integrantes, pero se separa de la imagen de Peña Nieto.

Ricardo Anaya. A mi parecer el ganador del debate. Es cierto, usó datos falsos al criticar el gobierno de AMLO, pero fuera de eso, se desenvolvió bien, administró muy bien sus tiempos, no se desgastó intentando atacar a los demás, que tampoco tenía la necesidad de hacerlo, es más, ni peló a Meade salvo en dos ocasiones; respondió las preguntas que se le hicieron con total claridad y brevedad; así como explicó sus propuestas.

Exhibió la falta de pericia (en cuanto a oratoria) de López Obrador, lo puso en aprietos; y solamente necesitó dos intervenciones para destruir a Meade.

La primera, cuando sacó una imagen donde estaba Cesar Duarte, prófugo, y Meade cortando un pastel de chocolate, para luego rematar preguntándole “¿De qué tamaño fue la rebanada del pastel que te tocó?”; la segunda, cuando le preguntó si su jefe, Enrique Peña Nieto, había gobernado con honestidad, pregunta que no fue respondida.

El debate dejó más preguntas que respuestas, muchos han alzado la voz diciendo que ningún candidato está a la altura para ser el próximo Presidente de México; lo cierto es que mientras los debates sigan basándose más en descalificar que en proponer, no habrá certeza alguna de quien es el candidato más preparado.

Hoy, solo nos queda mantener la esperanza que en los próximos debates no le hagan “montón” a AMLO, y que éste responda con brevedad y claridad; que Meade, si llega, se separe de la imagen de su jefe, Peña, y tome una posición más crítica; que Margarita se prepare mejor y que nos dé la certeza que elegirla a ella no será elegir a Calderón; que el Bronco se deje de chistoretes y propuestas retrogradas sin fundamento; y que Anaya finalmente, si quiere ganar, se venda como la alternativa real, sin valerse de datos falsos que mucho dicen de quien los presenta.