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Salud mental es igual a un corazón de niño

Psicóloga Deya Álvarez.

En un mundo tan lleno de maldad, donde la paranoia por Judas encubiertos, incluso dentro de la propia familia, así como la amenaza de bombas, guerras, ataques frontales a los derechos humanos fundamentales muchas veces inexistentes, luchas encarnizadas por el poder, y acciones desleales en detrimento de otros para obtener el propio beneficio económico y/o social, son tan frecuentes, el tener un “corazón de niño” parece una locura y no un síntoma de salud mental como expreso en el título del presente artículo. Pero ¿por qué entonces Jesús, Dios hecho hombre, y único intercesor entre Dios y el ser humano, dejó ésta clara enseñanza sobre los niños? Jesús dijo textualmente lo siguiente:

“Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se los impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos” Mateo 19:14:

“Y dijo: En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”  Mateo 18:3

“En verdad os digo: el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él” Marcos 10:15

“En verdad os digo: el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él” Lucas 18:17

            Jesús fue contundente. Si pasar la eternidad en el reino de Dios es la máxima aspiración del ser humano que tiene fe, este no podrá ingresar si no es como un niño (término aplicable a niño y niña por igual en este texto). Y ser como un niño es diametralmente opuesto a ser un religioso, con miles de reglas imposibles de cumplir por uno mismo; cientos de martirios auto-impuestos, y creativos, vistosos, para pagar culpas; representaciones exageradas de auto-sacrificios para de modo erróneo querer alcanzar la “santidad”, cuando este es un estilo de vida, no una costumbre; rezos, mitos y leyendas con signo de pesos incluidos que ofrecen una parcelita en el más allá a precio del mejor postor; y demás actividades benevolentes pero prefabricadas para intentar lavar una conciencia a través de las obras públicas, pero esto no funciona así, y Jesús lo sabía. Jesús no fue un religioso. Jesús fue espiritual, más no fariseo. Jesús caminó en perfecta comunión con Dios Padre, y con humildad plena, vino a ayudar, sanar, servir, enseñar y salvar, a quienes tan mal le hemos pagado a lo largo de los siglos. Su gracia, es un regalo inmerecido, y su misericordia, un castigo bien merecido, que él no nos ha dado. Si somos honestos, tenemos más de lo que merecemos en realidad. Y no conformes: queremos más. Y está muy bien, no ser conformistas y quedarse a dormir en los laureles, pues la misma biblia dice: “El que no trabaje que no coma” (2 Tesalonicenses 3:10), y “Dice el perezoso: el león está fuera; seré muerto en la calle” (Proverbios 22:13), pero afanarse, estresarse, volverse un work-ahólico es muy distinto. Un niño es libre en su actuar, no se estresa, ni se queda con rencores del pasado. Si bien, necesita una guía y estructura sana, misma que es brindada por la palabra de Dios, no se queda enclavado en situaciones pasadas, ni reclama nada a ninguno de los padres, a no ser que el otro lo haya puesto en su corazón. Ese no es el corazón del niño, sino del padre que le inyecta el veneno, por ejemplo, en el caso de un divorcio necesario, precisamente por salud mental y emocional de todos los implicados. Si el niño, logra una identidad como hijo de Dios, y lo ve a él como Padre, todo lo demás en su vida, estará resuelto, pues la fe lo hará avanzar, el amor que nunca acaba lo sostendrá, así como el gozo y la paz que sobrepasa todo humano entendimiento le acompañarán, al saber perdonar, y avanzar confiado en que todo lo que ocurre siempre es lo mejor. Un niño, no necesita “terapia”, por lo general, los padres la requieren, pero llevan al “hijo síntoma” a las sesiones. La verdadera salud mental y emocional de eso se trata: de un sentimiento de bienestar subjetivo con uno mismo y los demás, o dicho de manera más sencilla: de ser como niños; olvidar las ofensas, amar y hacer el bien sin mirar a quien; seguir jugando con buena actitud y como si nada hubiera pasado tras un duro golpe; acudir a Papá Dios por protección, alivio, motivación, sonreír por las cosas más simples y sin motivo alguno; invitar a los amigos, compartir nuestros juguetes; comer rico, dormir bien; aprender a caminar para después correr; pintar las paredes en blanco de manera creativa, cual lienzos; y ser más como Jesús, lo principal, pues sólo así viviremos en la tierra con muy buenos frutos, e ingresaremos en la eterna, con plenitud, a su tiempo.