El interés por la política está en constante descenso. Entre la mala fama que a pulso se han ganado nuestros políticos, los pleitos sin razón entre los partidos, la debates sin fondo, acompañado de las palabras huecas de los actores principales y algunos secundarios de la política mexicana, ha dado como resultado el desencanto del grueso de los votantes.
Datos del INEGI revelan que cuatro de cada diez mexicanos en edad legal para votar demuestran nulo interés por la política. Otros cuatro muestran moderación por enterarse de lo que ocurre en la clase política nacional y tan sólo el 13.3% de la población comprendida entre los 18 y 98 años dice tener “gran” interés en los problemas y acontecimientos del país, lo que significa que el 86.7% de los mexicanos manifiestan un interés nulo o moderado por la política.
Cifras frías y duras, pero reales, que demuestran el poco valor que los mexicanos le damos a los problemas políticos. Lo que es realmente difícil de explicar, es cómo ese grupo de personas que opinan que la política no es importante acuden a las urnas. Desde mi perspectiva, cumplen un deber ciudadano a ciegas, sin saber realmente lo que representa, sufragan por fe o por que el “bombardeo” mercadológico de los candidatos o bien, de las instituciones encargadas de ser los árbitros electorales, se han encargado de “convencer” sin explicar el sentido del voto.
Influye de gran manera la apatía del ciudadano, que responde a un problema de legitimidad, por que el mexicano tiene experiencias de que su voto no es respetado y eso provoca el desencantamiento y la desilusión por la política, en donde los candidatos han invertido más en su imagen al grado de convertirse en mercancía, alejados del conocimiento del pueblo votante. Muchos de esos candidatos son conocidos sólo dentro del partido político que representan, sin que la sociedad los ubique fácilmente.
Existe la esperanza, que brilla como una luz en el oscuro túnel del desconocimiento del voto, esta es el poder de las redes sociales. Esta elección que se avecina, en poco más de dos meses, el voto joven será el que decida la situación en muchas partes del territorio nacional. La juventud que tiene acceso a la educación y está informada, cuenta con herramientas novedosas para conocer el debate político, sus participantes e incluso, un acercamiento casi personal con los candidatos.
Los ciudadanos debemos inmiscuirnos más en la vida política del país, del estado y de nuestro municipio, sin importar género, edad, situación económica o religión. Preocuparse por saber que el voto no es sólo cumplir con una obligación, sino que es un derecho que nuestra Ley Fundamental nos otorga para que con la libertad y convicción necesaria elijamos a la mejor persona para que nos represente. La solución está en ti y en mí, en nuestra familia como núcleo de toda sociedad, y en esta última, como madre de toda democracia.
Lic. Rafael Rodríguez Méndez
Estudiante de Maestría en Derecho Constitucional
y Docente.
