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En el cementerio de las víctimas del genocidio de Srebrenica hay un solo católico

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Sarajevo, 10 jul (EFE).- Entre las casi 7.000 lápidas islámicas en el cementerio de Potocari cerca de Srebrenica, destaca una única católica, para recordar al bosnio croata Rudolf Hren, asesinado junto a unos 8.000 varones musulmanes en la mayor matanza en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

“Hren (Aleksandar) Rudolf, 1960-1995, Srebrenica”, reza la sencilla inscripción en su sepulcro, situado a la sombra de un frondoso árbol, y a cuyo lado siempre hay alguna vela o flor.

Hren es uno de solo dos católicos víctimas de la matanza cometida por la fuerzas serbobosnias, bajo el mando del general Ratko Mladic, que conquistaron Srebrenica el 11 de julio de 1995, pocos meses antes del fin guerra civil en Bosnia Herzegovina.

El 11 de julio marca cada año la conmemoración de este crimen, calificado por la Justicia internacional como genocidio y que mañana, martes, cumple 28 años.

La otra víctima católica de la matanza -Ante Stanic- fue enterrada, a petición explícita de la familia, en otro lugar.

Los padres de Hren llegaron a Srebrenica desde Serbia en 1960 -año en que nació Rudolf- para trabajar en una mina de plomo y zinc, que en la entonces Yugoslavia socialista ofrecía buenas condiciones de trabajo y de vivienda.

Los Hren decidieron quedarse en la pequeña, montañosa ciudad situada en el extremo este de la entonces república yugoslava de Bosnia Herzegovina.

Como era común en la entonces Yugoslavia en la familia se mezclaron diferentes etnias: el padre, Aleksandar, era hijo de un esloveno y de una alemana, y la madre, Barbara, que tenía un padre rumano, se declaraba “yugoslava”.

Eran unos de los pocos católicos en Srebrenica, un lugar de mayoría bosniomusulmana y serbia (ortodoxa), donde la gente no se solía dividir según las etnias hasta que estalló la guerra en 1992, en la que iban a morir casi 100.000 personas y cientos de miles fueron desplazados y refugiados.

El propio Rudolf, o Rudi, como era su apodo, se declaraba croata, católico.

Le gustaba el fútbol y de joven era jugador del club local Guber. Se casó con una mujer musulmana, Hatidza, docente en una escuela, y tuvieron una hija, Dijana, hoy jurista en Sarajevo.

Rudolf trabajaba en la fábrica de acumuladores, que durante la guerra fue sede del batallón holandés de los “cascos azules” de la ONU y que desde 2003 forma parte del Centro Conmemorativo de Potocari, en las afueras de Srebrenica, y donde se encuentra el Museo del Genocidio.

Su hermano, Ivan, que al igual que Rudolf se unió al Ejército bosniomusulmán, murió en combate a comienzos de la guerra, con apenas 20 años de edad.

Rudolf fue herido en 1992 al pisar una mina, y pasó a trabajar en la Cruz Roja local.

Tras la caída de Srebrenica en julio de 1995, Rudolf partió con miles de varones por los bosques hacia el norte para alcanzar la zona bajo control del ejército bosniomusulmán.

Pero la mayoría de los hombres fue interceptada por el ejército serbobosnio y asesinada entre el 11 y 15 de julio de ese año.

Los restos mortales de Hren fueron encontrados en Kamenica, al este del país, en una de las 81 fosas comunes donde fueron exhumados los cadáveres de las víctimas del genocidio.

En el cementerio del centro conmemorativo, donde Hren fue sepultado en 2010, yacen los restos de 6.721 víctimas identificadas.

Este martes, con motivo del 28 aniversario, recibirán sepultura otras 30 personas, entre ellos tres menores, de 16 y 17 años, mientras que aún se buscan los restos de más de 1.000 víctimas.

Con motivo del 28 aniversario de la matanza, miles de personas recorrerán esta semana en la tradicional Marcha por la Paz unos 100 kilómetros desde Nezuk hasta Potocari, por las mismas senadas por las que huían los hombres de Srebrenica antes de ser asesinados.

Hasta ahora 48 personas han sido condenadas por responsabilidad en el genocidio, cinco de ellas a cadena perpetua, como el líder político serbobosnio durante la guerra, Radovan Karadzic, y el comandante militar, Ratko Mladic.

Nedim Hasic