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Las edades de Putin

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Moscú, 16 mar (EFE).- El presidente ruso, Vladímir Putin, que busca la reelección para un quinto mandato de seis años, lleva en el poder desde el año 2000. Pero este cuarto de siglo no es uniforme. Esta lleno de altibajos, que incluyen una relación de amor y odio con Occidente, una popularidad a prueba de bomba, innumerables purgas y varias guerras.

La desaparición de la Unión Soviética “es la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”. Esa frase parece resumir el ideario del líder ruso: nostalgia del imperio y revanchismo.

Desde entonces, Putin, de 71 años, ha comandado con mano de hierro la involución de Rusia, desde una incipiente democracia a un Estado policial sin oposición, prensa libre ni alternancia política.

Chechenia, bautismo de fuego

Nada más asumir el cargo de primer ministro en agosto de 1999, la guerrilla islamista proclamó la independencia de la república de Daguestán y declaró la guerra santa a Rusia.

Por eso, la primera gran decisión de Putin estaba escrita de antemano. Fiel a sus promesas de mano dura, lanzó la Segunda Guerra de Chechenia, con la que descabezó la guerrilla y, según sus propias palabras, evitó una segunda desintegración del país.

La lucha sin cuartel contra la guerrilla chechena dejó en el camino un reguero de sangre simbolizado por la Matanza de Beslán (2004), donde murieron 334 personas, la mitad niños, en el secuestro y posterior asalto a una escuela en Osetia del Norte.

Oligarcas, leales o enemigos

El segundo objetivo eran los oligarcas. Florecieron bajo La Familia, como era conocido el grupo que rodeaba al primer presidente ruso, Boris Yeltsin, y apoyaron fervientemente la llegada al poder de Putin.

Los que aceptaron las reglas impuestas por el nuevo inquilino del Kremlin -Abramóvich, Potanin, Deripaska-, pudieron seguir con sus negocios. Los que no, como Berezovski y Jodorkovski, cayeron en desgracia.

Berezovski, que había ayudado a aupar al poder a Putin, intentó hacerle entrar en razón cuando éste intentó que las grandes fortunas se sometieran al dictado del Kremlin. Acabó suicidándose en Londres en 2013.

El hombre más rico de Rusia y dueño de la petrolera Yukos, Mijaíl Jodorkovski, llevó el órdago más lejos. Financió a la oposición al partido del Kremlin. Fue detenido en 2003, condenado a una larga pena de cárcel en Siberia e indultado en 2013.

El trauma de la muerte de Gadafi

A Putin le gustó ser primer ministro, cargo que asumió entre 2008 y 2012, ya que la Constitución le impedía entonces ostentar más de dos mandatos presidenciales consecutivos.

Nadie sabe qué hubiera pasado si -por orden del presidente, Dmitri Medvédev- Rusia no se hubiera abstenido en el Consejo de Seguridad de la ONU en la votación de la resolución 1973 sobre Libia (2010).

Como consecuencia, el dictador libio, Muamar el Gadafi, fue ajusticiado por los rebeldes en Sirte en octubre de 2011. Putin reaccionó airado a su muerte. Medio año después, regresaría al Kremlin.

Un vengador en el Kremlin

Mucho había llovido desde que Putin, según sus propias palabras, planteara a Occidente en el año 2000 el ingreso de Rusia en la OTAN. Como demostró desde que retornó al Kremlin, esa puerta estaba definitivamente cerrada. Occidente era el enemigo.

Una vez en el Kremlin, acusó a EEUU de financiar a la “quinta columna” y de instigar en 2011 las mayores protestas antigubernamentales desde la caída de la URSS.

No era para menos. El entonces líder opositor, Alexéi Navalni, sacó a más de cien mil personas a la calle para denunciar el fraude electoral del partido del Kremlin. El régimen ruso se tambaleó por momentos al grito de “Rusia sin Putin”.

En respuesta, Putin lanzó una brutal campaña de persecución de la oposición y de los defensores de derechos humanos, que acabaron con sus huesos en la cárcel o bajo tierra -Navalni cumplía 30 años antes de morir en prisión- y el ex viceprimer ministro Boris Nemtsov fue asesinado frente a las murallas del Kremlin (2015).

El señor de la guerra

La venganza de Putin se fraguó en Ucrania. Primero, el Kremlin se anexionó la península de Crimea (2014) e instigó una sublevación armada en el Donbás con la excusa de la revolución europeísta en Kiev (Maidán).

Después de ocho años de guerra y justo cuando los cañones callaban -25 civiles murieron en 2021-, Putin decidió lanzar en febrero de 2022 la “operación militar especial”, cuyo objetivo era supuestamente “desmilitarizar” y “desnazificar” Ucrania.

El supuesto genocidio de los rusoparlantes y el acercamiento de la OTAN fueron los motivos esgrimidos para la mayor contienda militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Con armamento occidental en sus arsenales, los ucranianos ofrecieron mucho más resistencia de la esperada. Y el jefe del Kremlin ha tenido que conformarse con tender un corredor terrestre entre la Rusia continental y Crimea, lo que ha exigido la anexión de cuatro nuevas regiones ucranianas.

La Guerra de Putin no pinta nada bien, pero el líder ruso cree tener el tiempo de su parte, ya que reformó la Constitución para poder perpetuarse en el poder hasta 2036.