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Preguntas y respuestas: SARS2 en América Latina y el Caribe 4 años después

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Washington, DC, 23 de febrero de 2024 (OPS) – El 26 de febrero de 2020, Brasil registró el primer caso de COVID-19 en su territorio, marcando el inicio de la pandemia en América Latina y el Caribe.

Desde su surgimiento el 30 de diciembre de 2019 en Wuhan, China, el virus SARS-CoV-2 dejó una huella devastadora a nivel global, con 774 millones de casos y 7 millones de muertes registradas hasta la fecha. Las Américas fueron duramente golpeadas, representando el 25% de todos los casos y el 43% de todas las muertes, convirtiéndose en la región con el mayor número de muertes por COVID-19 en todo el mundo.

Con el tiempo, el virus ha experimentado cambios y evoluciones, volviéndose más transmisible pero menos letal. En mayo del año pasado, la OMS declaró el fin de la COVID-19 como Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional, pero las infecciones continúan, con más de medio millón de casos reportados en todo el mundo en el último mes.

En el cuarto aniversario de la llegada del SARS-CoV-2 a la región, conversamos con el virólogo Jairo Méndez, asesor regional en enfermedades virales en la Organización Panamericana de la Salud (OPS), sobre lo que hemos aprendido sobre el virus que causa la COVID-19.

Jairo Méndez Cuatro años después de la llegada de la COVID-19 a América Latina y el Caribe, ¿qué hemos aprendido sobre este virus?

La pandemia dejó un impacto profundo a nivel global y regional, cuyas dimensiones aún estamos comprendiendo completamente. Una lección fundamental es la importancia de la colaboración y solidaridad entre los países para enfrentar crisis de esta magnitud. Reconocimos las brechas en nuestra preparación y la necesidad de fortalecer nuestras capacidades. Aprendimos a depender de la ciencia, lo que nos permitió desarrollar vacunas seguras y efectivas en tiempo récord. Sin embargo, también nos dimos cuenta de que el virus es altamente adaptable y puede cambiar rápidamente, lo que nos obliga a seguir monitoreando de cerca su evolución y explorar posibles reservorios naturales. Se han establecido redes de vigilancia lideradas por la OPS para monitorear la presencia de nuevos coronavirus. Aunque las vacunas siguen siendo efectivas, debemos permanecer alerta ante cualquier cambio en el virus y seguir aprendiendo de él cada día para proteger la salud pública.

 

¿Qué información tenemos hoy sobre las diferentes variantes del virus SARS-CoV-2 y su evolución?

Se han identificado varias variantes del virus SARS-CoV-2 desde su aparición, comenzando con Alpha a finales de 2020, seguida por Gamma y Delta, que tuvieron un impacto significativo en la salud pública. Posteriormente, surgió Omicron a finales de 2021, clasificada como una variante de preocupación debido a su rápida propagación. Aunque el virus ha seguido evolucionando, no se ha detectado un aumento significativo en la gravedad o mortalidad de las variantes. Aunque se están monitoreando varias variantes, como JN.1, ninguna tiene características que las hagan más agresivas o letales hasta ahora.

 

¿Cuáles fueron los principales desafíos en el control del virus en la región?

Los desafíos fueron numerosos y significativos. En primer lugar, la falta inicial de comprensión sobre el virus y cómo enfrentarlo fue abrumadora. No teníamos las herramientas necesarias para detectarlo y diagnosticarlo de manera efectiva. Luego, el cambio rápido del virus y la aparición de variantes plantearon desafíos adicionales para el monitoreo y control. Sin embargo, a pesar de estos desafíos, se avanzó en la integración de sistemas de vigilancia epidemiológica y virológica, lo que nos permite detectar y responder de manera más efectiva a futuras amenazas.

 

¿Qué aspectos destacaría como logros en la vigilancia y diagnóstico del SARS-CoV-2?

Como región, hubo varios aspectos que manejamos de manera efectiva. Por ejemplo, en un período muy corto, establecimos una red de laboratorios a nivel regional capaces de diagnosticar rápidamente el virus, lo que nos permitió responder rápidamente. Los sistemas de vigilancia se adaptaron rápidamente, basándonos en la experiencia previa en el trabajo con la influenza.

 

¿Puede considerarse la COVID-19 simplemente como otra gripe?

Los virus respiratorios, incluidos la COVID-19 y la influenza, tienen el potencial de causar graves daños, especialmente en poblaciones vulnerables como los ancianos o aquellos con condiciones médicas preexistentes. No podemos subestimar la gravedad de esta enfermedad ni asumir que es simplemente un resfriado. La necesidad de protegernos y estar vigilantes es crucial, ya que un brote significativo podría abrumar fácilmente los sistemas de atención médica. La influenza, comúnmente llamada gripe, no es una enfermedad trivial y puede tener consecuencias graves, especialmente para aquellos más en riesgo. La COVID-19 todavía está presente y, aunque se ha vuelto más predecible, debemos estar siempre preparados.

 

¿Cuál es la probabilidad de otra pandemia como la COVID-19?

Los factores que contribuyen al surgimiento de nuevos virus y patógenos siguen presentes. Si bien no podemos predecir cuándo o cómo ocurrirá, podemos estar mejor preparados manteniendo una vigilancia constante y una preparación de respuesta rápida. Esto subraya la importancia de las Regulaciones Sanitarias Internacionales y la transparencia en la comunicación entre los países para detectar y responder de manera efectiva a nuevas amenazas.

 

¿Cuáles son algunas de las prioridades actuales de la OPS para fortalecer la preparación y respuesta regional a virus como el SARS-CoV-2?

La OPS desempeñó un papel crucial durante la pandemia en varias áreas, por ejemplo, apoyando la vigilancia de enfermedades respiratorias, facilitando la implementación de protocolos de diagnóstico para la COVID-19 y desacreditando información falsa. Además, desarrollamos pautas clínicas basadas en evidencia y respaldamos la implementación de planes de vacunación. Actualmente, nos enfocamos en fortalecer la capacidad regional para enfrentar futuras pandemias, reducir la dependencia de insumos externos y promover la solidaridad entre los países para compartir información y brindar apoyo mutuo. Una lección aprendida es que la ciencia debe guiar las acciones en respuesta a emergencias de salud, y esperamos que la confianza en ella crezca y se refleje en la próxima emergencia.

 

 

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