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Una posible arma contra la pandemia: la impresión de tejido humano

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Durante la pandemia del coronavirus, la escasez de equipo de protección personal ha sido un problema persistente, pero la impresión tridimensional ha ayudado a cubrir algunos de los vacíos. Sin embargo, junto con su equipo, Anthony Atala, director del Instituto de Medicina Regenerativa Wake Forest, ha encontrado una forma más innovadora de aplicar este proceso: crear réplicas diminutas de órganos humanos, algunas del tamaño de una cabeza de alfiler, con el propósito de hacer pruebas de medicamentos para combatir el COVID-19.

El equipo construye versiones miniatura de pulmones y cólones, dos órganos que el coronavirus afecta en particular, y los envía por mensajería para entrega al día siguiente a un laboratorio de bioseguridad de la Universidad George Mason en Fairfax, Virginia, donde se realizan las pruebas. Aunque en un principio crearon algunos de los organoides a mano, con una pipeta, en vista de que la pandemia sigue en aumento han comenzado a imprimirlos a escala para las investigaciones.

El instituto de Atala llevaba ya algunos años imprimiendo estos pequeños grupos de células para probar la eficacia de algunos fármacos en el combate de bacterias y enfermedades infecciosas como el virus del Zika, “pero nunca nos imaginamos que llegaríamos a considerar este procedimiento para una pandemia”, señaló. Su equipo puede imprimir “miles por hora”, comentó desde su laboratorio en Winston-Salem, Carolina del Norte.

Este proceso para construir tejido humano es una forma de bioimpresión. Aunque todavía faltan varios años para que sea posible emplearlo en seres humanos, por ahora los investigadores perfeccionan los métodos para hacer pruebas de medicamentos, con la meta a largo plazo de crear piel y órganos de tamaño normal para realizar trasplantes. Los investigadores han logrado avances tremendos en la impresión de piel, vitales para las víctimas de quemaduras, para controlar enfermedades como la diabetes (que dificulta el proceso de sanación de las heridas) y para realizar pruebas de cosméticos sin dañar a los animales ni a los seres humanos, por supuesto.

“Incluso a nosotros algunas veces nos parece ciencia ficción”, aseveró Akhilesh Gaharwar, quien está a cargo de un laboratorio multidisciplinario en el departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad Texas A&M cuyo trabajo gira en torno a la bioimpresión y otras aplicaciones de la medicina regenerativa.

La bioimpresión es de importancia fundamental para el análisis farmacéutico en este momento, no solo por los posibles tratamientos para la COVID-19, sino también para probar tratamientos contra el cáncer y otras enfermedades. Atala explicó que los organoides les permiten a los investigadores analizar los efectos de un medicamento en un órgano “sin todo el ruido” del metabolismo completo de un individuo.

Puso como ejemplo la troglitazona, un popular fármaco para tratar la diabetes que se retiró del mercado en 2000 tras obtenerse pruebas de que ocasionaba daño hepático. Su laboratorio hizo pruebas con una versión conservada en archivos del fármaco, y Atala comentó que en solo dos semanas se volvió evidente la toxicidad del hígado. ¿A qué se debe la diferencia? Un organoide reproduce un órgano en su forma más pura y ofrece puntos de datos que quizá no se obtendrían en las pruebas clínicas, según dijo, además de que esta prueba es adicional a los estudios clínicos, no los sustituye.

Otra ventaja de las pruebas con bioimpresiones de piel u otros órganos miniatura es que también permiten determinar con más facilidad qué medicamentos que funcionan en animales como ratas quizá no funcionen bien en los seres humanos.

 

 

 

 

 

FUENTE: Yahoo noticias