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Lo admirable de lo sencillo

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Entre las virtudes más admirables por su escasez se ubica la humildad. Es uno de los atributos más desvirtuados, pues es frecuente que se le asocie con pasividad o excesiva mansedumbre. Nada más lejos de la realidad, ya que el humilde es aquel que se conoce a sí mismo en cuanto a las habilidades propias y las áreas de oportunidad. Es sabio quien conoce sus talentos y limitaciones, pero busca superar las afrentas que se le presentan.
No se trata de ser sumiso ni condescendiente en demasía, sino que la humildad consiste en una cualidad que todo líder debe tener.

El citado autoconocimiento permite a las personas trabajar para mejorar constantemente. Quienes poseen esta característica tan importante, saben que lo más valioso radica en los ideales y no en lo superfluo. El liderazgo se relaciona directamente con la iniciativa y la acción, pero siempre y cuando se conduzca con responsabilidad y visión definida.
Cuando el éxito llega, la soberbia se torna un enemigo destructor.

En cambio, si las metas y las causas justas se hallan inmersas en la conciencia humana, es difícil que las distracciones banales puedan convertirse en un obstáculo. De este modo, la humildad se traduce en comprender que en todo momento hay oportunidades para aprender, reflexionar y desarrollarse.

La ecuanimidad es la clave para ser plenos y seguir por el camino de la persistencia y el esfuerzo, aun cuando el túnel parece ser más obscuro. El equilibrio mental nos da la pauta para ser asertivos en nuestra conducta y no perder de vista los objetivos que se anhelan. La humildad nos hace mejores líderes porque nos proporciona las herramientas requeridas para trabajar en equipo y construir proyectos sólidos, así como duraderos. El impacto positivo social que perdura en el tiempo solo se alcanza cuando se cimienta en bases sólidas de auténtico compromiso y principios morales.

Ser sencillos nos hace más felices, más cercanos a la gente y más humanos. Ser humildes es inherente a la naturaleza de las personas, pero infortunadamente esta habilidad social tiene a debilitarse por diversos factores. Mantengamos la mesura, la templanza y la conciencia, para no caer en la vanidad. Sigamos el ejemplo de los grandes líderes que no se dejaron manipular por lo superficial. Seamos agentes promotores de los valores comunitarios que tanto bien le hacen al entorno. Todos estamos llamados a ello, nunca es tarde para comenzar a cultivar las virtudes que forjan el carácter.