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El carácter de quedarte donde no quieres, haciendo lo que debes

¿Alguna vez han mentido sobre ti, sin darte derecho de réplica o el beneficio de la duda? ¿Recuerdas ocasiones en que percibías un ambiente tenso hacia tu persona, por parte de los miembros de un grupo determinado? ¿Hablabas y no te respondían, o lo hacían con una barrera que se notaba a kilómetros? Si tu respuesta es sí, te felicito, eres honesto y ese es el principio básico para crecer. Lo que tú percibías probablemente es un prejuicio. La gran mayoría de la gente opina sin validar, juzga sin investigar, y actúa sin pensar en las consecuencias de sus acciones. En el mundo del egoísmo personal, el rey es la propia cosmovisión, limitada por supuesto y subjetiva las más de las veces. Estragos se causan sin necesidad en el auto-estima y auto-concepto de los débiles en carácter, que hacen más caso de percepciones y opiniones erróneas, infundadas y/o imparciales, que lo que Dios dice de ellos, incorporándolo para amarse al verse con ojos divinos y poder así, amar a los demás, aunque nos “mal paguen”, con el látigo de su envidia o desdén, encubierta o manifiesta, reflejo expreso de la mediocridad espiritual, emocional, social y/o económica con la que viven, porque ellos mismos han decidido, movidos por una inseguridad enraizada en sus miedos de antaño. La crítica no constructiva o para mejora, con respeto, educación y de frente, sino el criticismo, actitud que denigra más al que lo hace que a quien lo recibe, nociva y siempre a espaldas de la persona o escudándose cual cobardes en una red social, es el mejor tributo que la mediocridad rinde al verdadero talento. No dejes que la luz en ti, la luz de Jesús, que brilla por obra del Espíritu Santo, la apague nadie, pues nadie tiene ese poder si tú no se lo otorgas. Recuerda que estás en esta tierra, para hacer la voluntad de Dios Padre, que es buena, agradable y eterna, honrándolo, y agradándole cual perfume de exquisita fragancia vertido a sus pies, que es el lugar más alto para residir, aunque parezca paradójico. Hacer la voluntad de Dios, no la de otros e inclusive no la propia, marca la diferencia en la vida de cualquiera. Probablemente muchos que te han señalado en el pasado de manera equívoca, se sorprenderían gratamente al conocerte en verdad, pues si te has dejado amar y transformar por Dios, eres una nueva criatura, y ya no hay más condenación, habiendo quedado el pasado atrás, y tus pecados olvidados en el fondo del océano. Esa es una de las bondades de haber “nacido de nuevo” en nuestro Señor Jesucristo, que Él hace nuevas todas las cosas, borra tu pasado, restaura tu presente y bendice tu futuro. Dios, es amor, pero también es justicia. Sin embargo, y pese a que no lo pueda concebir el ser humano con su limitada razón, el justo juicio de Dios, siempre es con, por y en amor. Ese amor incomprensible, incomparable, tipo ágape, que va más allá de nuestro entendimiento. Sus caminos, no son como los nuestros, y obra que Él empieza, la culmina, no sin antes permitir las pruebas, que son como fuego consumidor muchas veces, o como procesos quirúrgicos de circuncisión del corazón, con una sutileza inigualable, todo para el bien de quienes le amamos. El carácter fuerte, no es aquel agresivo, dominante, necio o prepotente. No es aquel que confunde autoridad, con autoritarismo. El verdadero carácter fuerte, es el que se sabe débil y permite que Dios sea su nutrición diaria, fortaleciéndose Su poder en la debilidad de quien admite su necesidad de alguien más que él mismo. El carácter fuerte o la fortaleza de carácter, se manifiesta precisamente, en seguir adelante, con decisión, persistencia, visión y liderazgo que deja huella, en el camino trazado, sin importar las batallas, pues guerreros somos y sabemos que solos no vamos. El quedarse en donde debemos, por cuestión de ética y compromiso moral, en vez de hacer lo que queremos, que sería ceder al egoísmo de la voluntariedad o placer momentáneo,  pero sin frutos, es carácter. Hacer lo que se debe, encontrando la profundidad y satisfacción en cumplir con, por y en amor, con estándares elevados de integridad, honestidad, compromiso, transparencia, no son cosas de antaño, sino asuntos de trascendencia eterna. Cada día se nos brinda una nueva oportunidad de realizar cosas diferentes, para obtener resultados distintos. De cada quien depende si elige el camino de la sabiduría, que es mucho más que llana inteligencia, o el de la necedad de tropezarse con la misma piedra a sabiendas de que en el pasado se generó un choque frontal con una del mismo tipo. El ser humano sin Dios, se convierte en un títere de sus propias emociones y razonamientos lanzados al vacío de su limitación no aceptada; el ser humano con Dios, se transforma en un ser completo, conectado con la fuente primigenia, la fuente de vida, que le brinda nutrición para después ser canal nutriente para los demás. Solo quien ha entendido que con Dios todo y sin Él nada, disfrutará de la vida plena, y en abundancia que nos promete Jesús al creer en nuestro corazón por fe en que Él es Dios hecho hombre, padeció y fue crucificado por nosotros, sin merecerlo en absoluto, y resucitó al tercer día, brindándonos vida eterna, por fe, no por obras (religiosas, altruistas, de cualquier índole), para que nadie se gloríe. Así que el carácter de quedarnos donde muchas veces no queremos, haciendo lo que debemos, refleja no falta de dignidad, sino todo lo contrario, una grandeza ante los ojos de Dios, y de personas que entienden de reino, de lo espiritual, ya que se necesita una gran dosis de humildad para pagar bien por mal. Eso hizo Jesús, y eso hacemos sus discípulos. Esto, no significa que no sepamos poner límites, y que acudamos a las autoridades cuando así lo amerite el caso, por cuestión de protección a nuestros derechos fundamentales, sino que, pese a ser capaces de defender lo correcto, con la verdad por delante, tenemos la capacidad de perdonar, bendecir, ser libres de rencor y eso, nos hace grandes, aunque para el mundo y su limitada y egocéntrica visión, sea ser pequeños. La grandeza, es como el mejor de los perfumes, quien la lleva puesta es quien menos la siente. ¿Quieres identificar a una persona sana de espíritu, mente y corazón? Observa cuánto jugo saca, cuando Dios permite que la expriman un poco las circunstancias cual limón. Es fácil sonreír cuando todo va bien, y eso, cualquiera lo hace, al igual que amar a quienes te aman. Pero seguir con un gozo interior, no importando las circunstancias adversas, eso es de grandes, y amar a quien no te ama, es un nivel superior. Adelante caminantes que no se hace camino sino al andar, y en esta vida tendremos de vuelta, lo que sembremos en los demás. Bendecidos para bendecir.