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Juventud y sabiduría

Psicóloga Deya Álvarez.

Juventud, divino tesoro, que de modo literal conjuga el ser un regalo celestial, con el esconder en un cofre, las más valiosas reliquias, siendo la central, el corazón. Distintos son los temperamentos: colérico, flemático, sanguíneo, melancólico, de naturaleza más biológica; las personalidades, con locus de control interno o externo (introvertidos, extrovertidos), de tinte más socio-emocional; y el carácter, cuya relación con la madurez espiritual y los frutos del Espíritu Santo es directa e inequívoca; sin embargo, uno es el objetivo, en esta y otras etapas del desarrollo cristiano: que uno muera, para que Cristo viva. ¡Qué gran tarea, todo un reto para la juventud actual!… pero también, para los padres y madres de familia, que a diario deben luchar por brindar en casa, la educación de calidad, centrada en principios, valores y virtudes, que en la calle difícilmente obtendrán sus hijos e hijas, y en la escuela, quizá no se den abasto, las más de las veces, para satisfacer las necesidades de aprendizaje detectadas, no sólo en el ámbito académico, sino para la vida.

Como diríamos en Yucatán: “Lo busco, lo busco, pero no lo busco”, justamente así dice una multitud de jóvenes en su travesía hacia encontrar su identidad, tratando de hallarla en muchas ocasiones, donde jamás será encontrada. Puede tender, por confusión, soledad, u otra necesidad psicológica latente, como la falta de papá y mamá como proveedores de amor y certeza que los conduzca hacia Dios, la fuente única y verdadera de amor que nunca falla, a refugiarse en la opinión de los pares, o lo que él o ella conciben como amistades, que pueden no serlo realmente. Otra vía de escape frecuente son las drogas, incluidos el alcohol y el cigarrillo; la sexualidad irresponsable, que es toda aquella que se encuentra fuera del plan de Dios para la vida del varón y la mujer, que es el matrimonio; las modas infructuosas, que pueden llegar a lacerar no sólo el autoestima y dignidad de la persona, sino su propio cuerpo, al ser frecuentes los “auto-cortes” y las tentativas de suicidio, propias de lo “darketo o emo”, sin olvidar la tonalidad depresiva con la que perciben la realidad, o bien, las típicas “Ana y Mía” mejor conocidas en el argot clínico como anorexia y bulimia, que con ideas falaces engañan la mente juvenil al hacerles creer que el aspecto físico es igual al valor como persona.

El tesoro verdadero, más allá del valioso regalo del tiempo de vida en esta tierra, y por supuesto el de la vida eterna, es Jesús habitando en cada uno de nuestros corazones, jóvenes y no tanto, así como la palabra de Dios hecha viva a través de someter cada pensamiento, emoción y acción, es decir, actitud, al poder y autoridad de Cristo. Esa es la única forma, de caminar en paz que sobrepasa todo humano entendimiento, con frutos verdaderos que deriven en una vida con propósito, no superficial, mundana y equivocada, cuyas consecuencias nefastas llegarán tarde o temprano. La sabiduría de Dios, santa, divina e incomprensible, clama en las calles, esperando ser escuchada, y la hallan quienes la piden y buscan de madrugada. Metáfora de la madrugada, puede ser la juventud, ya que está cerca el amanecer de la etapa adulta, y por ende, debemos buscar con ahínco y pasión, esa sabiduría que proviene de Dios, para que al reconocer su voluntad en todos nuestros caminos, Él allane nuestras sendas. La verdadera transformación o metamorfosis inicia con una circuncisión del corazón, en las manos el mejor cirujano: el Espíritu Santo. Jóvenes, somos el tesoro del Abba, así que: establezcamos una identidad eterna, independencia, construyamos, y demos más.

Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad (Eclesiastés 11:9-10).

Proverbios 1 (RVR-1960)

 Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel.

Para entender sabiduría y doctrina, para conocer razones prudentes,

Para recibir el consejo de prudencia, justicia, juicio y equidad;

Para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura.

Oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo,

Para entender proverbio y declaración, palabras de sabios, y sus dichos profundos.

El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.

 

Amonestaciones de la Sabiduría

Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre;

Porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello.

10 Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas.

11 Si dijeren: Ven con nosotros; pongamos asechanzas para derramar sangre, acechemos sin motivo al inocente;

12 Los tragaremos vivos como el Seol, y enteros, como los que caen en un abismo;

13 Hallaremos riquezas de toda clase, llenaremos nuestras casas de despojos;

14 Echa tu suerte entre nosotros; tengamos todos una bolsa.

15 Hijo mío, no andes en camino con ellos. Aparta tu pie de sus veredas,

16 Porque sus pies corren hacia el mal, y van presurosos a derramar sangre.

17 Porque en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave;

18 Pero ellos a su propia sangre ponen asechanzas, y a sus almas tienden lazo.

19 Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores.

20 La sabiduría clama en las calles, alza su voz en las plazas;

21 Clama en los principales lugares de reunión; en las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones.

22 ¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar,
Y los insensatos aborrecerán la ciencia?

23 Volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras.

24 Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no hubo quien atendiese,

25 Sino que desechasteis todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis,

26 También yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis;

27 Cuando viniere como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un torbellino;
Cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia.

28 Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán.

29 Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová,

30 Ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía,

31 Comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos.

32 Porque el desvío de los ignorantes los matará, y la prosperidad de los necios los echará a perder;

33 Mas el que me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal.