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Les abrió el entendimiento, para que comprendieran las escrituras

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HOMILÍA

III DOMINGO DE PASCUA

Ciclo B

Hch 3, 13-15. 17-19; 1 Jn 2, 1-5; Lc 24, 35-48.

 

“Les abrió el entendimiento, para que comprendieran las escrituras” (Lc 24, 45).

 

                In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Tu láakal le ki’inoba lunes tak viernes, joleak dso’oki’, tuláakal le obispos way México anchaj to’on múuch tsikbal chen ba’ale’ ti’ zoom, yeetel jueves t-túuxtaj jun p’éel t’aan ti’ tuláakal mexicanos u ti’al u much’kuba’ob ti’e k’iino’oba’, men ku yéeyalo’ob le jalacho’obo’. U káaba le ds’íibo’ ku bisik le bax tu yaala Cristo yeetel ku ya’alik tak bejlaé ti u Taata’ “Yuum Taata, ka’a p’áatako’on chen juntúulil” (Un. 17, 21).

                Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor resucitado, en este tercer domingo de Pascua.

                Del pasado lunes 12 al viernes 16 de abril, los Obispos de México estuvimos reunidos a través de la plataforma de “zoom” en nuestra CX Asamblea Plenaria, tratando sobre los temas de actualidad en México. El jueves comunicamos un mensaje al Pueblo Mexicano, a los católicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, el cual es un llamado a vivir la unidad en estos tiempos tan críticos, agravados por las próximas elecciones y la forma cómo se está desarrollando este período electoral.

                El mensaje está encabezado por las palabras que Cristo dirigió al Padre celestial en una ferviente oración, diciendo: “Padre, que todos sean uno” (Jn 17, 21). Jesucristo, como sumo Sacerdote, que permanece a la derecha del Padre, continúa hoy haciendo la misma oración, pues la unidad es una de las necesidades básicas del ser humano.

                En el mensaje hablamos de la pandemia del COVID-19, así como de las crisis que se han derivado de ella: la sanitaria, la familiar, la económica, la educativa y la de seguridad. Posteriormente hablamos del elemento de las elecciones diciendo textualmente: “Vemos con preocupación la creciente polarización de los discursos políticos; el alarmante índice de candidatos asesinados; regiones enteras bajo el yugo del crimen organizado; el maltrato a los migrantes y la militarización de las fronteras; la falta de cuidado de nuestra casa común; la amenaza contra las energías limpias; el escaso interés por el bien común y la verdad; las descalificaciones infundadas de las instituciones democráticas (INE) y los pocos acuerdos políticos que ayudarían a buscar juntos las respuestas que exigen estas graves amenazas.” (Mensaje al Pueblo de Dios, CX Asamblea Plenaria de la Cem)

                También nos preocupa, lo que preocupa a muchos mexicanos, el saber que un buen número de legisladores están tratando de promover leyes que irían en contra de algunos de nuestros más grandes valores humanos y cristianos, como el respeto a la vida, la familia, la libertad religiosa, movidos por los grupos de la ideología de género, que también quieren influir más aún en los nuevos libros de texto para los pequeños en la escuelas, y quitar a los padres de familia su derecho a educar a sus hijos de acuerdo a su fe y a sus valores.

“«Que todos sean uno» (Jn 17,21). Este es el deseo del Señor Jesús, que mantengamos la unidad: unidad en el esfuerzo por salir juntos de esta crisis; unidad en el compromiso por los más afectados en esta pandemia; unidad en la solidaridad para salir adelante más fortalecidos; y unidad en la voluntad por reconciliarnos y reconstruir el tejido social, superando las barreras que nos dividen. Estamos convencidos de que la polarización, la división, los intereses personales o partidistas no pueden prevalecer si queremos alcanzar la reconstrucción de nuestra Patria mexicana.”(Idem)

“Ni el mercado, ni los empresarios, ni la sociedad civil, ni el gobierno por sí solo pueden resolver esta crisis, es necesaria la colaboración de todos. El camino para superar los retos actuales es la participación ciudadana de todos, pues sólo juntos podremos ofrecer a los pobres oportunidades que los hagan sujetos de su propio desarrollo, y a quienes sufren de desempleo, oportunidades dignas de trabajo. Como pastores reconocemos que hoy nos toca a todos aportar lo mejor de nosotros mismos, especialmente la fraternidad y la solidaridad que nos caracteriza, para hacer posible un mejor México.” (Idem)

                Luego de VER la realidad y de JUZGAR a la luz del Evangelio, hicimos un llamado para ACTUAR; primero a los que nos gobiernan o aspiran a gobernarnos; luego a los votantes, a quienes decimos:  

“Los invitamos a ejercer su derecho al voto. Por eso les proponemos informarse lo más posible acerca de la persona y las propuestas que tiene el candidato para que las analicen desde su conciencia, de modo que su voto sea libre, razonado y responsable, en coherencia con nuestros valores humanos y cristianos. Hemos de evitar ser cómplices de campañas de desinformación, del apoyo a candidatos que estén en contra de la vida, la institución matrimonial, la dignidad humana, y de la libertad religiosa; así como el apasionamiento extremo que dañe los nexos familiares o sociales que nos unen. No nos dejemos comprar por dádivas o condicionar por amenazas de ningún tipo, nuestro voto ha de ser libre y soberano”. (Idem).

                En seguida hicimos un llamado a los empresarios y a los responsables del desarrollo económico. Después hicimos un llamado a las familias, con las siguientes palabras:

“Les expresamos nuestra empatía por las dificultades que han vivido en este año de confinamiento y nos unimos a su oración por el eterno descanso de sus familiares que han sido llamados por el Dios de la Vida. Manteniendo la esperanza en Jesucristo Resucitado, las exhortamos a guardar la unidad en el amor y a proteger el derecho de la educación de sus hijos. Contra la tentación de la violencia las invitamos a poner en práctica el arte del bien dialogar y a no descuidar su espacio de espiritualidad y oración; porque «la familia que reza unida permanece unida».” (Idem)

                Luego viene un mensaje de gratitud y reconocimientos a los médicos y enfermeras; y otro mensaje a los maestros, a quienes: “exhortamos a mantener el espacio educativo libre de la influencia de ideologías que atentan contra nuestra cultura y nuestros valores”. Otro mensaje fue para los agentes de pastoral que durante esta pandemia han dado la vida o la siguen arriesgando por servir a Cristo en la persona del enfermo.

                Finalmente vino un mensaje a todos los mexicanos, invitándolos a la unidad, y a los católicos, llamándolos a fundar esta unidad en Jesucristo y en Santa María de Guadalupe.

                En el santo evangelio de hoy, según san Lucas, es el mismo Resucitado quien nos invita a no tener miedo, y quien luego abre la mente de los discípulos para que entendieran las Escrituras, según las cuales “el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados” (Lc 24, 46-47). Buscar la santidad es volverse a Dios diariamente para que Él nos perdone nuestros pecados y así nos santifique.

                En la primera lectura tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, encontramos el final del segundo discurso kerigmático de san Pedro, es decir, la segunda ocasión en que el apóstol hace el primer anuncio de Jesús muerto y resucitado. La primera vez fue el día de Pentecostés, cuando al terminar su predicación se convirtieron y bautizaron unas tres mil personas (cfr. Hch 2, 14-41). En esta segunda ocasión, después de la curación de un paralítico, Pedro concluye diciendo: “Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que se les perdonen sus pecados” (Hch 3, 19). En esa ocasión se convirtieron cinco mil personas.

                Una vida de santidad inicia muchas veces luego de un fuerte encuentro con el Señor, que nos lleva al arrepentimiento para ser perdonados. Luego, el hecho de permanecer en santidad nos viene al mantener con humildad la conciencia de que somos pecadores, perdonados por el amor de Dios, manifestado en la redención realizada en Cristo.

                No se trata de resignarnos a que somos pecadores y que eso nos autoriza a seguir pecando. ¡No, de ninguna manera! Por el contario, hemos de luchar a diario contra el pecado, reconociendo que la gracia y la fuerza para no pecar nos viene del Señor. Si cometemos un pecado que amenaza con derrumbar lo que Cristo ha realizado en nosotros, hemos de levantarnos por aquel que vive y está sentado a la derecha del Padre intercediendo por nosotros.

                Dice el apóstol san Juan en su Primera Carta, la cual hoy escuchamos como segunda lectura: “Hijitos míos: les escribo esto para que no pequen. Pero, si alguien peca, tenemos como intercesor ante el Padre, a Jesucristo el justo. Porque él se ofreció como víctima de expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero” (1Jn 2, 1-2).

                Todos los pecados destruyen la unidad. Lo que hay actualmente detrás de todas la crisis por las que estamos pasando es precisamente el pecado. Nadie puede vivir en la gracia de Dios si no contribuye a crear o fortalecer la unidad, para que se haga realidad lo que Cristo pide, y que nosotros pedimos junto con él: “Padre, que todos sean uno” (Jn 17, 21).

                Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo Resucitado!

 

 

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán