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“Mi Despido”, por Adriana Trejo.

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Escrito por: M.D Adriana Trejo M.

MI DESPIDO:

Tal vez las líneas más difíciles de escribir sean estas… pero son necesarias.
Casi doce años de trabajo en la Comisión de Derechos Humanos del Estado; un lugar donde inicié de cero como auxiliar, y en donde ocho meses después fui promovida como visitadora adjunta.

Mi trabajo y dedicación hablaba por sí solo, pero entonces entendí que no llegaría más allá de eso; con el paso del tiempo durante dos presidentes y un encargado me tocó ver que las pocas oportunidades de crecer, los pocos puestos de mayor jerarquía que se iban abriendo no eran oportunidades para quienes teníamos la antigüedad y la experiencia, eran para amigos o compromisos adquiridos de los titulares, tal y como acaba de volver a suceder donde gente externa despedidos de otras dos dependencias amigos del nuevo presidente y el secretario ejecutivo nombrado, tomaron dichos cargos.

Luego de observar y vivir esas y otras irregularidades e injusticias y contando con apoyo de la sociedad civil organizada gracias a mi trabajo como activista social desde hace más de quince años en la entidad, fui postulada al puesto de Presidencia; mi intención al aceptarlo era darle voz a mis compañeros y decir ante el Congreso del Estado las necesidades de la Comisión, a la vez de presentar un proyecto serio y viable para mejorar no solo las condiciones laborales de todos los empleados, sino mejorar la atención a los usuarios del servicio. Propuse áreas nuevas y necesarias para el funcionamiento acorde de la comisión con los tratados internacionales de los que nuestro país es parte y con los que se deben de cumplir y hasta el momento los titulares de la dependencia han sido grises y omisos.

Lo que no sabía es que dicho cargo ya estaba pactado y que la consecuencia de participar en dicho proceso democrático sería mi pronto despido. Un despido injustificado y arbitrario, donde para ser liquidada conforme a derecho y que mi familia no se viera afectada en lo económico, me vi en la necesidad de firmar un documento de formato que cada empleado despedido conoce, es decir, no llegué a ningún acuerdo, fue un acto de necesidad y de sentido común para poder solventar los gastos más próximos de mi familia.

La firma fue de un documento en el que se lee que mi separación fue voluntaria y que no tengo nada más que reclamar de la institución.

Algo de eso es cierto, no tengo nada que reclamar a la Institución como tal, la cual tiene en su nómina a varias personas de gran calidad humana y valiosa experiencia.

Mi reclamo es directamente hecho al nuevo titular quien a modo y por berrinche decidió arbitrariamente no solo mi destino más próximo, sino el de mi familia incluyendo a mi hija menor de edad quien pierde el derecho de asistir a las terapias de lenguaje y aprendizaje que necesita. Quien lejos de ser un defensor del pueblo como el cargo lo amerita, es un violador de derechos humanos, tales como el derecho a la legalidad y seguridad jurídica, derecho al trabajo estable y digno y el respeto a la dignidad humana.

Mi dolor es la injusticia, la arbitrariedad y el modo tan cobarde de hacer las cosas (no me dio la cara, mandó subalternos).

Mi fortaleza, mi plataforma laboral y social, preparación y el innegable apoyo de la sociedad civil organizada, mis amigos y por supuesto mi familia. Pronto con dicha capacidad y apoyo saldré adelante, ya sea en un nuevo trabajo institucional, la iniciativa privada o en mi labor como académica e investigadora, eso no me preocupa, siempre seré capaz de salir adelante ante las adversidades que se me presentan, unas con más trabajo que otras, pero siempre hacia adelante.

Mi preocupación es la corrupción, el engaño, los pactos, la injusticia y en manos de quien o quienes quedó la que debería de ser la institución más loable y más fuerte en valores.
Sociedad: ¡despierta!

Alza tu voz ante esta y cualquier otra injusticia pues otro de los derechos humanos más preciados es nuestro derecho humano a la ¡libre expresión!

M.D Adriana Trejo M.