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Al César, lo que es de César, y a Dios, lo que es de Dios

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En el próximo fin de semana la humanidad será testigo de dos
acontecimientos que son noticias desde hace meses, pero que en la medida que se
acercan las fechas de sus celebraciones se intensifica más la necesidad
informativa. Por la lado la boda real del heredero a la corona inglesa, y por
otra lado, la beatificación de Juan Pablo II.

En común ambas vienen de instituciones que puede
considerarse milenarias. Para alguno ya obsoleto para el mundo moderno y
democrático. En esencia el Papado, que tiene más año que la familia real
inglesa, tiene un protocolo que se acerca más la antigua monarquía donde sólo
los príncipes, en este caso los cardenales, son quienes pueden aspirar a
sentarse en el trono.

Sin embargo, valdría la pena, es un esfuerzo de poner una
medida justa a los hechos que serán noticia. La boda real atrae como una fiesta
folklórica para quienes no estamos acostumbrados a la pompa del protocolo real.
Una circunstancia tan ajena a la realidad republicana que tanto nos ha costado
como nación consolidar. En nuestra historia sufrimos la conquista y la colonia
que sació la sed expansionista de la España monárquica postmedieval; y como
nación independiente, se repudiaron los intentos monarquistas de Agustín de
Iturbide y la intervención francesa que puso al invasor austriaco Maximiliano
de Habsburgo como emperador de México.

Sin embargo, nuestra nación es católica aún con el enraizado
laicismo político. Éste último no fue obstáculo para que el pueblo se vuelque a
las calles cuando el reciente Papa de origen polaco Juan Pablo II llegó por
primera vez a la tierra mexicana. Un evento que marcó el pontificado del Papa
Viajero, como así se le llamó ante los innumerables viajes al extranjero que
hizo para llevar un mensaje de paz y amor cristiano.

Yucatán fue un estado bendecido en agosto de 1993 cuando
regaló 24 horas de presencia física. Miles de miles se dieron cita en la calle
para verlo pasar, para saludarlo y recibir su bendición. En Izamal se efectúo
un encuentro con las etnias más importantes de América en marco del festejo de
V Centenario del encuentro de dos mundos: el español y el americano.

Es cierto que la noticia de la boda real impacta. Pero creo
que al final lo que más significado tiene para nuestro país es la beatificación
de Juan Pablo II, del Papa amigo, de aquel que dijo “ya me siento mexicano”… y
es que en verdad, en el corazón, sin duda, lo era y lo seguirá siendo.