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Interesante análisis histórico para unirnos a la reflexión del Centenario de la Revolución

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Hizo estudios superiores de administración de negocios en París, se
interesó por los problemas sociales, y por lo menos desde 1900, fue
adepto del espiritismo [2].

El 26 de noviembre de 1901, en una carta privada, se declaró
anticatólico porque el dogma de la infalibilidad pontificia instaurado
por Pío IX “había anulado la razón y el libre albedrío que Dios dio a
los hombres” [3].

Se dice que fue masón, y se sabe que fue juarista, entusiasta
defensor de las leyes de Reforma, de tal suerte que hacia 1904 inició su
actividad política al frente del Club Democrático Benito Juárez, nacido
para luchar contra el creciente poder del clero.

Llegó a la Presidencia en las elecciones de 1911, luego de la
renuncia de Porfirio Díaz, y como señala Martín Luis Guzmán, a
principios de 1913, era total la animadversión de las clases
conservadoras contra Madero, que “no habían dejado de atacarlo y befarlo
con las peores armas desde que lo vieron en el poder”, pese a que se
había empeñado en seguir una política tolerante y conciliadora [4].

Asimismo, esa política lo alejó de sectores revolucionarios como el
encabezado por Emiliano Zapata, quien exigía transformaciones más
radicales que un mero cambio de gobierno.

En 1983, a 70 años del sacrificio de Madero, Salvador Abascal publicó
su libro Madero, dictador infortunado, donde calificaba al prócer como
“un ególatra y un ambicioso que sueña con el poder” y le reprocha el no
haber sido cristiano, pero sí descendiente de judíos portugueses.

El chacal Victoriano Huerta

Nacido en Colotlán, Jalisco, Victoriano Huerta (1845-1916) hizo sus
primeras letras con el cura del lugar, y luego de se educó en el Colegio
Militar. Combatió insurrecciones como la de los yaquis en Sonora, en
1900, y la de los mayas, en Yucatán y Quintana Roo, en 1901.

Se hizo amigo de Bernardo Reyes, quien fue gobernador de Nuevo León y
secretario de Guerra. A la caída de Díaz, Huerta lo escoltó hasta
Veracruz para que abordara el buque Ipiranga.

Bajo el gobierno de Madero, quien en un principio lo había retirado
del servicio, se dedicó a hostilizar a las fuerzas zapatistas, pero
también derrotó a Pascual Orozco, haciendo así un servicio al presidente
a quien luego habría de asesinar.

Gustavo Madero, hermano del presidente, desconfiaba de Huerta; no
obstante, al inicio de la Decena Trágica, el presidente Madero le
encomendó combatir a las fuerzas rebeldes, encabezadas por Manuel
Mondragón y Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz.

Reyes, quien antes había intentado sublevarse y estaba en prisión,
fue liberado por los golpistas, lo mismo que Félix Díaz, pero murió al
encabezar un ataque contra el Palacio Nacional.

El sábado 8 de febrero de 1913, cuando ya se había fraguado la
rebelión militar, Victoriano Huerta estuvo en casa del entonces ministro
de Gobernación, Rafael Hernández, “para quejarse del comportamiento del
gobierno y del presidente, que desconfiaban de él” [5].

Al día siguiente, los rebeldes se apoderaron de la Ciudadela y Madero
marchó escoltado por los cadetes del Colegio Militar desde Chapultepec
hacia el Palacio Nacional.

En Reforma, el general Huerta, enfundado en un abrigo negro, bajó de
un taxi y se unió al presidente, supuestamente para defenderlo.

Mientras tanto, los cadetes avanzaban lentamente hacia el Zócalo,
“sin otro contratiempo que unos disparos que cayeron, a su paso por la
Profesa” [6].

El 12 de febrero de 1966, a más de 50 años de los hechos, el
periódico Novedades publicó revelaciones del ingeniero Luis G Bayardi,
superviviente del grupo de cadetes que escoltó a Madero a Palacio
Nacional.

El militar puntualizó que en esa ocasión fue necesario también pedir
la rendición de un grupo de sublevados que “ocupaban las azoteas de la
Catedral”, y que estaban apostados en una de sus torres. Al llegar al
Zócalo, nos recibieron con tiros desde la Catedral. Supimos que eran de
la Escuela de Aspirantes (cuerpo que se había rebelado contra Madero)”.

Asesinato y dictadura

Precisamente en el templo de La Profesa, el 19 de enero de 1913, el
embajador estadunidense Henry Lane Wilson se reunió con Victoriano
Huerta, con el arzobispo Mora y del Río “y otros más para buscar la
forma de acabar con el gobierno de Madero” [7].

El 22 de febrero, el presidente Madero y el vicepresidente Pino
Suárez fueron asesinados por órdenes de Huerta, como corolario de la
Decena Trágica donde también murieron personajes como Gustavo Madero,
muy odiado por la derecha de la época, y como el almirante Adolfo Basso,
intendente del Palacio Nacional.

Huerta tomó posesión invocando la protección de Dios con las
palabras: “Estamos, hermanos míos…en presencia de la humanidad, en
presencia de Dios…”

Al triunfo del cuartelazo, repicaron las campanas en los templos de
la ciudad, “como si se tratara de un acontecimiento fausto, cuando era
uno de los actos más vergonzosos de la historia” [8].

Cuando dimitió de la Presidencia, el 15 de julio de 1914, y tuvo que
huir por el triunfo de las fuerzas revolucionarias, lo hizo también,
según él, al amparo de Dios, con las palabras: “Que Dios los bendiga a
ustedes y a mí también”.

Los obispos cantaban loas a Huerta, y proclamaron a sus fieles que
era totalmente inadmisible una rebelión armada contra el gobierno, pues
iría contra las enseñanzas pontificias, en contraste con lo que
predicaron de 1926 a 1929 para justificar la sangrienta Guerra Cristera.

El 6 de mayo de 1914, Pío X envió al arzobispo de México, José Mora y
del Río, un mensaje donde apoyaba “la paz” (es decir, que se mantuviera
el gobierno espurio) y le enviaba sus buenos deseos al “excelentísimo
señor presidente” –el chacal Huerta– [9].

Por su parte, el 19 de abril de 1914, en la inauguración del servicio
de agua potable en la Villa, el entonces ministro de Comunicaciones,
José María Lozano, queriendo quedar bien con el catolicismo en el poder,
dijo que “en México todos hemos nacido religiosos, y que en este
momento un indio (Huerta) a quien él ama y respeta como a su padre
vuelve sus ojos a la virgen de Guadalupe, a la que él, Lozano, clama que
conserve la vida de Victoriano Huerta que encarna nuestra soberanía y
tremolará su imagen bendita ante el pendón de las estrellas” [10].

Algunos intelectuales fueron oportunistas. Escritores como Federico
Gamboa, José López Portillo y Rojas, Juan José Tablada, y muchos otros,
colaboraron con Huerta y fueron sus apologistas, destacando entre ellos
nada menos que Salvador Díaz Mirón, quien era el director del Imparcial,
el principal periódico oficialista.

Otro de esos huertistas fue Toribio Esquivel Obregón, ministro de
Hacienda de ese gobierno, y quien 20 años después, de 1933 a 1935,
presidiría la Unión Nacional de Padres de Familia, uno de los
principales grupos de la ultraderecha católica.

Edgar
González Ruiz

Maestro en Filosofía. Investigador y
periodista, especializado en la derecha política en México y América
Latina. Ha publicado varios libros, como: La Última Cruzada
(2001); Los Abascal (2002); Cruces y Sombras (2006); El
clero en armas
(2007). En 2005 obtuvo el Premio José Martí; en
2006, el Premio Nacional de Periodismo, de México. Colabora en Contralínea.

[1] Stanley Ross, Francisco
I Madero
, Grijalbo, México, 1959, p. 14

[2] La
revolución espiritual de Madero. Documentos inéditos y poco conocidos
,
Gobierno del estado de Quintana Roo, México, 2000

[3] Alfonso
Taracena
, Francisco I. Madero, Porrúa, México, 1973, p. 18.

[4] Martín Luis
Guzmán, Febrero de 1913, Joaquín Mortiz, México, 2001, p. 110

[5] Martín Luis
Guzmán, Febrero de 1913, p. 127.

[6] Martín Luis
Guzmán, Febrero de 1913, p. 163.

[7] Taracena, La
verdadera Revolución Mexicana, 1912-1914, Porrúa, México, 1991, p. 154.

[8] Efrén Núñez
Mata, “Las primeras disposiciones de Victoriano Huerta”, El Nacional, 22
de abril de 1962.

[9] Taracena, La
verdadera revolución…, p. 357.

[10]
Taracena, La verdadera…, p. 348.