Inicio Análisis político Enrique Vidales Ripoll ¿Presidente para el PAN? o ¿PAN para el presidente?

¿Presidente para el PAN? o ¿PAN para el presidente?

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Hoy en día no queda claro que debemos entender por “sana distancia”. En tiempos de la presidencia de Vicente Fox, el primer presidente de oposición panista, éste se dio cuenta que era importante la incondicionalidad de su partido para la presión política que le permitiera gobernar. Así fuimos testigo del arribo de Manuel Espino como presidente del Comité Directivo Estatal: amigo político e incondicional de Fox.
Sin embargo, a aquella directiva se les salió de control Felipe Calderón, que anunció su candidatura sin contar con el beneplácito del presidente que prefería como sucesor a Santiago Creel Miranda. Una vez lograda la candidatura y la posterior victoria, es de todos conocidos que Calderón, ahora como presidente, maniobró para sacar de la cúpula panistas a Espino, y al final en los últimos tiempos, imponer a un incondicional en la figura de César Nava.
El día de ayer, en los festejos de 71 años del panismo, el presidente panista Felipe Calderón hablo ante el Consejo Político Nacional. Como “primer panista nacional”, denominación por ser hoy el presidente, Calderón exhortó a su partido hacia el trabajo para continuar en el ejercicio del poder. Lo que sin duda viene a calentar los ánimos sucesorios, sobretodo, cuando ya hay personalidades definidas a sí mismas, como también, de otros que son conscientes de las preferencias electorales a su favor, por lo que se convierten en posibles protagonistas de la contienda federal 2012.
¿Es correcto que exista esta relación entre el presidente y su partido? En un sentido es válido, considero, que la relación debe existir, ya que el sistema político mexicano ha encontrado en estas organizaciones políticas una fuerza supuestamente democrática para la lucha política. ¿Qué presidente o gobernador  no le gustaría tener un Congreso de la Unión más apegado a su ideología política? En un México que se caracteriza por la falta de acuerdos que surgen de la negociación política, la circunstancia de mayoría en el poder legislativo otorga evidentes ventajas para salir avente en las propuestas de ley.
Sin embargo, no es posible aceptar del todo la subordinación total hacia una imagen o proyecto político personal de un régimen de gobierno. Es inadmisible y falto al espíritu democrático pretender imponer verdades absolutas; calificando al mismo tiempo, de aquellas divergentes dentro del seno del partido como traidoras. Y es sobre este último punto donde aún el PAN no ha sabido encontrar un punto de equilibrio entre lo que es una necesidad y la congruencia de lo que siempre criticó, en otras palabras, contar el presidente con su partido como aliado político, sin que al final, la subordinación de éstos con la figura del poder sea más determinante.